En poco más de diez meses, Leo Messi ha puesto sus labios sobre dos esferas áureas, el globo terrestre de su primera Copa del Mundo conquistada con Argentina en Catar en diciembre de 2022, y el Balón de Oro este lunes en París, el octavo para una leyenda del fútbol que con 36 años mantiene el estatus oficial de ser ‘el mejor del mundo’.
Su regreso a la capital francesa no pudo ser más triunfal. Después de una última temporada discreta en el París Saint-Germain, en la que aunque conquistó la Ligue 1 se despidió en octavos de la Liga de Campeones, y llegó incluso a recibir algún silbido de la afición del Parque de los Príncipes, el rosarino rindió el teatro del Châtelet a sus pies, a pesar de haber ganado a Francia la final del Mundial.
Porque en pocas ocasiones los siete partidos de la cita mundialista habrán tenido tanto peso en la consecución del galardón individual más prestigioso del mundo del fútbol, que celebró este lunes su 67ª edición.
Han pasado más de 14 años desde su primer galardón como mejor jugador del mundo, y más de dos décadas desde que el Barcelona tuvo conocimiento de un niño con un don especial para jugar a fútbol, que sólo necesitaba un costoso tratamiento hormonal para desarrollarse físicamente que su club de entonces, Newell’s Old Boys, no estaba en disposición de sufragar.
El Barça asumió el reto y lo demás es historia.
Cuatro Champions, diez Ligas, siete Copas del Rey, tres Mundiales de Clubes, ocho Supercopas de España y tres Supercopas de Europa.
Después de debutar en el equipo azulgrana a las órdenes de Frank Rijkaard, Messi adquirió el aura de estrella planetaria con Pep Guardiola en el banquillo, y bien escoltado por los Andrés Iniesta, Xavi Hernández, y más recientemente por Luis Suárez y Neymar.
Con el conjunto culé marcó 672 goles en 778 partidos, a través de una transición exitosa desde el extremo a un rol de ‘falso 9’ con presencia en todos los sectores del ataque.
Sus éxitos con el Barça contrastaban con sus recurrentes decepciones con la Albiceleste -derrotas en las finales de los torneos americanos de 2007, 2015 y 2016 y el Mundial de 2014-, lo que no cesaba de alimentar las comparaciones con Diego Maradona, en las que no siempre salía ganador.
Su rendimiento con el París SG parecía alejarlo de cualquier opción de reencontrarse con el Balón de Oro, pero entonces llegó el Mundial de Catar para que las palabras del técnico que quizá mejor lo conozca tomen mayor sentido.
«El Balón de Oro tendría que tener dos categorías, una para Messi y otra para el resto», sentenció Pep Guardiola.
Redacción Voz Libre con información de france24.com