El hackeo a la SEDENA podría traer no muy gratas sorpresas a Durango.
El hackeo de los servidores de la Secretaría de la Defensa Nacional hace dos semanas, por parte del colectivo Guacamaya, no sólo dejó al descubierto la estructura del aparato mexicano de inteligencia, sino que demuestra con pruebas el involucramiento de funcionarios de los tres órdenes de gobierno, así como de la milicia nacional, con los diversos grupos de delincuencia organizada que operan en el territorio mexicano, además de actividades de espionaje a cargo de elementos militares, lo que tanto prometió el presidente Andrés Manuel López Obrador que no haría en su mandato. Tan sólo, hasta ahora, se ha conocido parte de los millones de documentos extraídos y es probable que pronto conozcamos también información sobre acciones y hechos relacionados con Durango.
Fueron millones de correos, electrónicos, miles de documentos oficiales, tarjetas informativas, presentaciones de diapositivas y hojas de cálculo a través de los cuales se exhibe la comunicación de criminales con autoridades municipales, estatales y federales en algunas entidades del país, junto con desapariciones de elementos militares y hasta delitos cometidos por personal de la propia SEDENA.
Este robo a la seguridad nacional, el más grande en la historia del país, divulga, de alguna manera, el funcionamiento de los 6 centros de difusión de inteligencia en México, los 5 regionales y el central, o sea, los “cerfis” y el “cenfi”, como se eles conoce en el círculo de la seguridad de nuestro país.
Cada uno de esos centros regionales tiene a su cargo el monitoreo en varios estados de la República; por ejemplo, el cerfi centro, con sede en Iguala, Guerrero, se encarga, además de esa entidad, de Morelos, Querétaro, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo y el Estado de México. El cerfi noreste, con sede en Apodaca, Nuevo León, monitorea esa entidad, además Tamaulipas, Coahuila, San Luis Potosí y Durango. Los demás centros regionales cubren el resto de estados del país, pero muy poco o nada se sabía de sus operaciones hasta antes del abrupto atropello cometido por Guacamaya.
Lo que ha trascendido hasta hoy no es asunto menor, pero nada cómodo debe ser para la presidencia de la República que ahora sepamos de las actividades de espionaje a, seguramente, líderes opositores, periodistas, defensores de derechos humanos y demás líderes no afines a su régimen. Ya se sabe que otros lo hicieron, pero López Obrador nos dijo que sería distinto, nos ha mentido, entonces.
Lo del involucramiento de políticos, funcionarios y hasta miembros de las fuerzas armadas en actividades de los criminales organizados no sorprende a nadie en este país, aunque lo que realmente es para crispar los pelos de todos es que ahora esté al desnudo el aparato total de la seguridad nacional. No sabemos con qué nos vayan a dejar pasmados estos piratas cibernéticos de Guacamaya próximamente.
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