EL 2 de octubre, fecha de otra matanza y otra “verdad histórica”.
Se cumple hoy un año más de la masacre de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, el aniversario número 54 de otro crimen de Estado. Al día de hoy desconocemos todavía cifras precisas de muertos y desaparecidos, pues la verdad ha estado oculta o clasificada por décadas y cada gobierno en turno se ha empeñado en construir su propia verdad, dejar que el tiempo entierre los expedientes y cerrar el caso de la noche de Tlatelolco para siempre.
Y ciertamente no es el único caso de datos inaccesibles y verdades forzadas; también en la otra noche sangrienta, la de Ayotzinapa, ocurrida entre el 26 y 27 de septiembre del 2014, cuya investigación fue retomada y cada día brotan nuevos datos escalofriantes, el gobierno pugnó por posicionar una “verdad histórica” que nadie le creyó y, según se ha ido comprobando, no era sino una falsedad para concluir a toda prisa las investigaciones.
Tampoco se escapa de esta ominosa lista el magnicidio del 23 de marzo de 1993 en Lomas Taurinas, en Tijuana, cuya víctima fue el entonces candidato presidencial Luis Donaldo Colosio y, con el paso de los días, otros personajes relacionados con la investigación que supuestamente fue puesta en marcha fueron encontrados muertos en circunstancias misteriosas.
La teoría del asesino solitario, o sea Mario Aburto, se mantiene hasta hoy y, aunque se han abierto y cerrado varias comisiones de la verdad, no hay más versión oficial que la de un hombre trastornado que le disparó directamente a la cabeza a un político que ni conocía. Sin embargo, las pocas señales claras disponibles siempre apuntan hacia un crimen de Estado y no se diga a nivel de la percepción popular.
Son, pues, tres presuntos crímenes de Estado con un denominador común: construir versiones falaces para ocultar de burda manera la participación activa de agentes y entidades gubernamentales. Por ejemplo, aquel 2 de octubre de 1968 era tiempo del predominio priísta, del totalitarismo en el país, por lo que fue relativamente fácil minimizar la intervención gubernamental y, al mismo tiempo, criminalizar a los estudiantes.
El sometimiento de los medios de comunicación, así como la persecución y aprehensión de todo aquel seguidor del movimiento estudiantil, diluyó cualquier oportunidad para que se castigara a los responsables de una matanza que debió haber cambiado tanto el curso de la vida pública como para haber destituido al presidente Gustavo Díaz Ordaz y su gabinete de seguridad, cancelado los Juegos Olímpicos y llamado la atención internacional hacia un gobierno represor a base de sangre y metralla.
Sin embargo, nada de eso pasó, porque el poder del PRI hizo que las instituciones cerraran filas y bocas, por lo que durante estos años sólo se ha conocido la verdad a medias, o por conducto de los que lograron escapar de la brutal acción del ejército. Vaya, ni siquiera los gobiernos de los estados, todos con casas de estudiantes en la Ciudad de México, dieron cuenta de sus posibles becarios muertos o desaparecidos.
El recién fallecido Luis Echeverría Álvarez, en ese año secretario de Gobernación y presidente de México a partir de 1970 y hasta 1976, se encargó de construir su “verdad histórica”, la cual se cayó a pedazos muy poco tiempo después, pero ni así ocurrió nada trascendente durante los mandatos del tricolor, ni con los del PAN y tampoco hasta hoy con el gobierno de la Cuarta Transformación.
Entonces, a 54 años del movimiento estudiantil más importante en la historia del país, queda intacta la exigencia de justicia para las víctimas y sus familias, aun cuando la mayoría de los responsables murieron ya, como también los que lideraron esa movilización. Seguimos lejísimos de saber qué pasó con cientos de muchachos que nunca aparecieron y la impunidad siguió hasta la tumba a cada uno de los políticos y militares que ordenaron la masacre de estudiantes.
Desconocemos todavía el significado de “salvar a México” que en aquel momento el gobierno puso como excusa para justificar la represión sangrienta, mientras aseguraba proteger el interés superior de la patria, que debía ser defendida de la disrupción de las ideas comunistas; toda una retórica bien planeada para tapar el genocidio más atroz de que se tiene memoria en nuestro país.
De verdades históricas estamos hartos los mexicanos y también de que los perpetradores de esos crímenes de Estado le apuesten al olvido, confiando en que ninguna investigación estará realmente enfocada en llegar al fondo de los hechos y menos en castigar a los culpables, o quizá a algunos chivos expiatorios de los que siempre echan mano ciertas autoridades. Por eso, no sólo en el 2 de octubre, sino en toda situación de impunidad, ni perdón ni olvido.
COLMILLOS Y GARRAS
SE ESPERAN PARA hoy en la capital del estado y municipios serranos lluvias copiosas a consecuencia del huracán Orlene, que azotará la costa de Sinaloa y se internará en la Sierra Madre Occidental…AYER POR LA mañana, Orlene dejó de ser tormenta tropical y evolucionó a huracán categoría uno, con vientos sostenidos de hasta 120 kilómetros por hora. Se localizó a 325 kilómetros al oeste-suroeste de Cabo Corrientes, Jalisco, y se desplazaba hacia el norte… LAS AUTORIDADES ESTATALES y municipales de Protección Civil se encuentran en alerta ante cualquier eventualidad y realizando tareas preventivas, a fin de evitar daños a la población. De cualquier manera, la recomendación es mantenerse a la expectativa ante el paso de este fenómeno climático.
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