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La ausencia de las emociones en las campañas electorales

A pesar de que todavía no inicia el proceso electoral de manera oficial para elegir a la nueva o nuevo presidente de México, el tema político está presente en todos lados. Prácticamente  desde que amanece hasta que anochece, estamos siendo bombardeados por los mensajes de quienes aspiran. Lo que publican en redes sociales, lo que vemos y escuchamos en la radio y la televisión y lo que leemos en los periódicos en papel o de manera digital.

En todo momento están ellos y ellas. Ya sea de manera noticiosa, pagando publicidad en medios digitales, lo que vemos en su muro o timeline, memes, fake news, guerra sucia o videos de TikTok inverosímiles según sea el caso.

¿Habrá sido buena idea adelantar el proceso de sucesión por parte del presidente López Obrador desde julio del 2021?

Como sociedad, seguramente estamos en los límites de una relación no pedida que se está convirtiendo en una situación tediosa para muchos, que genera rechazo inmediato en cuanto a nuestra disposición de seguir observando lo mismo de todos y cada uno de los que quieren la silla grande o algún puesto de elección popular.

De entrada, hay que establecer que existe un descontento social fundado en la historia reciente hacia todo lo que tenga que ver con política. En el Informe País 2020, solo el 2.5% de la gente en México tiene mucha confianza en los partidos políticos, un 19.3% algo de confianza, un 38% poca confianza y un 38.4% nada de confianza. Datos duros y reales.

Antes de siquiera pensar en una estrategia política que busque lograr el posicionamiento positivo de cualquier aspirante, se debe tomar en cuenta la referencia anterior. La conquista del ciudadano o ciudadana para obtener una intención de voto; tiene que ver con las experiencias pasadas hacia ellos los políticos, su partido o el entorno político-gubernamental en general. Es decir, la competencia no es contra el oponente, sino con la valoración ciudadana hacia la clase política y todo lo que representa.

Desde hace poco más de 10 años, el término de neuromarketing político ha sido un elemento que estrategas y políticos han querido adoptar, unos con mayor éxito que otros; para lograr la victoria anhelada. El neuromarketing político tiene como fin la persuasión a través de las emociones.

Esta disciplina o ciencia, tendrá poco resultado si las estrategias para comunicar y posicionar a cualquier persona, se dedican totalmente a ella. La gente le cree a la gente. La gente no les cree a los políticos, no confían en ellos. Y eso es lo que vemos de todos y cada uno de los que aspiran.

El manejo de esta gran herramienta tiene que estar enfocado no nada más en la narrativa política contada a través del candidato o candidata con su hoja de vida. En una relación de confianza, todas las partes tienen que estar involucradas, todas tienen voz y hoy por hoy, las y los candidatos les toca hablar menos y escuchar más.

Hoy las emociones están ausentes. Los planes de gobierno no las generan porque todos tienen una propuesta que ofertar. Son lugares comunes. La mejor seguridad pública, educación, salud, el mejor país… y lo vamos a hacer juntos!

El taco en la calle con fotografía en redes sociales, demuestra la falta de estrategia para mover emociones y conquistar a esos ciudadanos que les van a votar pronto.

O, ¿usted qué opina?

X: @gerardopreza

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