Desde las burbujas del poder

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De la dádiva perniciosa, a la depresión, un solo paso 

El olor a leña y ocote, era inconfundible, en aquel remedo de alcoba, funcional en la noche, para luego ser cocina, comedor y estancia durante el día.

Los capotes de madera, dejaban entrever en cada unión, la negrura de la noche, ahí dentro dos adultos mayores, masticaban y rumian sus desventuras, habían procreado una mujer y dos varones, el menor de ellos, hacía más de 10 años se fue de mojado, desde entonces no sabían si vivía o moría.
La mujer, cansada de tanta pobreza y soledad, un buen día se trepó a pie de carretera con el primer trailero, mejor suerte, se decía a ella misma, he de encontrar, que estar a despensa de algún apoyo del gobierno.

El otro varón, por cierto mayor de los tres, se había empeñado en sacar la secundaria, sus sueños iban más allá del horizonte que podía ver, al subirse al monte para traer leña, las huellas de humo de los aviones, dejadas en el firmamento, le anunciaban, existencias más allá de los encinalrs y pinares.

En suerte se instaló por el rumbo una maquiladora, a la que ingresó, lo que obtenía de su trabajo, más la suma del apoyo para los adultos mayores que cada bimestre recibían el par de sus viejitos, lograban salir con el gasto del modesto alimento diario, no había para más.

Sin embargo en mala hora, se les ocurriera enfermarse, por qué ni a quién recurrir, eso que le llamaban Seguro Popular, lo cambiaron por INSABI, nunca funcionó bien, luego disque que nos iban a dar la medicina que necesitáramos, da pena platicarles, para maldita la cosa esa farmacia gigante que no tiene ni supositorios para la fiebre, en el seguro le dan la cita para la tercer luna menguante, para operaciones, en seis meses o más.

La mujer encorvada limpiaba las lágrimas con el rebozo que así vez le cubría media espalda, para terminar haciendo “v” invertida en el magullado rostro senil, la trenza se aparecía con cierta timidez en un lado del hombro.

Mientras que el jefe de la casa, solo deglutaba amargura y angustias, el músculo y el corazón se habían quedado atrás, en los surcos, en las milpas , en la yunta.

Pasaba la media noche, sin que el hijo volviera, las malas lenguas rezaban que coqueteaba con los punteros, aquellos agentes distribuidores o administradores de la droga, pese el riesgo de ser puntero, el ofrecimiento salarial, rebasaba cualquier oferta.

Todo el pequeño pueblo conocía la ubicación de los puntos, al igual de quienes eran clientes frecuentes, y el encubrimiento oficial.

Algunos avecindados prestaron sus generales para ser incluidos en el programa Sembrando vida, la pingüe repartición del apoyo o quedaba en el six o con el puntero.

Para romper la rutina, una candidata a senadora había echo acto de presencia, ofrecimientos y compromisos repetidos una y otra vez, su pasado reciente en la cámara de diputados federal, daban testimonio de su protagonismo histrionico nada más, no sabían de algo que hubiera logrado por Durango, ni siquiera se conocía de alguna silla de ruedas o bastón que hubiera entregado a persona necesitada.

En esta ocasión mencionó mucho del trabajo a realizar junto a Xóchitl, tratando de lavar su incompetencia, con la buena imagen de la candidata presidencial.

Empezaron los ladridos y aullidos de algunos perros noctámbulos dedicados a merodear por las casas, para levantar algo para sus tripas.

Por fin era el primogénito, consigo un kilo de tortillas, una cartera de huevos, y los refrescos de cola, esa noche era de fiesta.

A lo lejos se iba perdiendo el sonido de vota por gi…..

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