El pobre anciano repetía Ah que caray
Se le notaba a leguas la pobreza, la ropa delataba que bien era producto de misericordias, o en el mejor de los casos, adquirida en la venta de ropa de segunda, un saco grasoso la hacía de abrigo, ante las ráfagas del viento helado, en su brazo izquierdo colgaba un bidón color amarillo, igual de aceitoso que pantalón y camisa, su estatura se veía más corta, por la flacidez de su piel, el hambre anunciada a gritos, a través de surcos llenos de tierra, que cruzaban por su frente, sus mejillas y mentón.
Una y otra vez, le pedía a la cajera de la tienda de conveniencia, revisara en la cuenta de la mica bancaria, el deposito de 400 pesos que aseguraba habían depositado, tantas veces la tarjeta se introducía en la maquina receptora, tantas veces que aparecía sin saldo.
Ah que caray era el lamento, que repetía como si fuera el ave maría del rosario del misterio de la pasión, atrás yo me encontraba esperando me cobraran el consumo de artículos varios, la cena de ese día, allá en algún lugar de la sierra madre occidental.
El venerable anciano, como muchos mas ni le va ni le viene, la propaganda política del tal o cual candidato, mucho menos se come, los anuncios del oficialismo, de los sueños de grandeza, de los miles de nuevos empleos, de la atención a la sequía, ah que caray es el lenguaje de cientos si es que no de miles de duranguenses, que atraviesan por critica situación, bailando entre la delgada línea que separa la realidad con el destino.
Afuera, a pocos metros de ahí, una estación de sanidad animal (cuarentenaria) estaba repleta de animales con apariencia de vacas, esperando su turno para la venta por las pocas monedas que les pueden ofrecer, en el otro extremo, una veintena de equinos, sueltos en el llano, tratando de arrancar del suelo seco, raíces como alimento.
Esta experiencia es el espejo de un campo abandonado, dejado a la buena de Dios, los presupuestos para el subsidio para la producción de alimentos, se fueron cerrando desde palacio nacional, a nivel local, se continúa con una política agropecuaria de hace dos siglos, algunos políticos, dirigentes campesinos, siguen obstinados en los provechos personales y en el manejo político del ejido.
Las candidatas y candidatos, más les debe preocupar tal situación, que andar con la verborrea, de que ofrecen, dicen, mienten……..vivan la miseria del campo, sientan la angustia de familias que no tienen que comer, presenten soluciones inmediatas y realizables, antes de que sea tarde.