De la tolerancia y disimulo, a la complicidad
En este mágico y maravilloso país que es México, las cosas suceden con singular telón, que muchos piensan haber cubierto las formas.
Durante muchos años la iglesia católica, pese a la prohibición, celebró actos de culto en plena vía pública y a la luz del día, sus ministros, desafiaban algunos de ellos, las aberrantes disposiciones reglamentarias, que paseaban por las calles del señor, con el alza cuellos, haciendo patente su oficio clerical, la autoridad toleraba y disimulaba no enterarse.
Hace algunos años, algunos ya que no recuerdo el nombre del político de la Sultana del Norte, que en conferencia con numeroso grupo de estudiantes, relató como durante su gestión administrativa, sorteaba la presencia de aquellos que se dedicaban al trasiego de drogas.
Tu te vas por esa carretera, yo me hago como el que no te veo, tu a lo tuyo, a mi administración déjala en santa paz.
Al día siguiente las críticas no se dejaron esperar, desde la tricolor oficina de su partido, lo obligaron a desmentirse, pero audio e imágenes, no hacían las cosas fáciles, era la tolerancia y el disimulo.
En nuestros días, es frecuente ver imágenes de políticos (se dicen políticos) que sin el menor decoro se pasean, pavonean, hacen gala, y lo exhiben, sus “amistades” con personas de muy pero muy dudosa honorabilidad.
Algunas se jactan de tenerlos como mecenas, financiadores de sus campañas y proselitismo político, se ha a pasado de la tolerancia y el disimulo, a la complicidad.
Por eso en el proceso electoral en que estamos inmersos, debemos de ser muy intuitivos y analistas, para tachar sin mayores miramientos a quien o quienes, sin importar reglamento, teoría o disposición, son cómplices, aberrante votar por esas personas.
Los ciudadanos tenemos la oportunidad de sacudirnos esas lacras que tanto daño han hecho y quieren seguir haciendo a Durango.