Al tiempo

Compartir

Sin imaginarlo, pasó de ser notario a gobernador de Durango

Una mañana de 1950, despachaba en su oficina de Torreón el notario Enrique Torres Sánchez, cuando, a eso del mediodía, recibió un telegrama: “Preséntese urgente mañana oficina presidencia de la República”.

En aquel tiempo, mediados del siglo pasado, nadie tenía duda de la autenticidad de tal documento, ya que el telégrafo constituía el medio de comunicación más seguro y generalizado en todo el país, porque el teléfono era todavía incipiente.

Al notario nacido en Lerdo, Durango, le sorprendió el mensaje y también el emisario, nada menos que el presidente Miguel Alemán Valdés, uno de sus compañeros de carrera en la Universidad Nacional Autónoma de México, la famosa UNAM.

Juntos habían cursado la carrera de Derecho y, aun cuando no habían sido tan cercanos, sí existió una amistad pasadera durante los años de la licenciatura. Fueron amigos y compañeros “a secas” en ese lapso y después cada quien persiguió metas distintas.

Torres Sánchez estableció su notaría en Torreón, mientras que Miguel Alemán incursionó en el Partido Revolucionario Institucional, donde fue escalando niveles y puestos, hasta alcanzar la primera magistratura del país en 1946, tiempo de una gran bonanza para el tricolor.

El caso fue que Torres Sánchez, al leer aquel telegrama, decidió acudir al llamado de su excompañero de la UNAM, quien al parecer lo necesitaba de forma urgente, por lo que esa misma tarde empacó para viajar al entonces Distrito Federal.

Muy temprano, al llegar, no quiso entretenerse ni en desayunar con tal de presentarse lo antes posible en Los Pinos a ver al presidente. Luego de los protocolos de rigor, Torres Sánchez fue recibido por Alemán Valdés, quien lo abrazó efusivamente y le dijo que el telegrama lo había enviado alguien de su equipo, pero en realidad donde se le requería al notario era en la sede del PRI del Distrito Federal, en Puente de Alvarado.

El mandatario no le dio más detalles de qué iba a pasar allí o si le tenían alguna propuesta sobre la mesa; la única indicación fue que debía hablar con el presidente del partido, Enrique González Pedrero, para un asunto de gran importancia. 

Algo confundido e intrigado, el notario abordó el primer taxi disponible rumbo al PRI. El taxista, acostumbrado a ese recorrido entre uno y otro espacio de poder, lo trasladó hasta Puente de Alvarado, cerca de Avenida Insurgentes, donde hasta hoy se ubican esas oficinas del PRI capitalino.

Torres Sánchez estaba inquieto, dado que no sabía el motivo de la cita ni podía imaginar cuál era su conexión con esos ámbitos, pero ya estaba allí y pronto se despejarían sus dudas. Se anunció y lo mantuvieron un buen rato en la antesala.

Había intenso movimiento en los pasillos y oficinas, pero a él nadie le llamaba ni parecían notar su presencia; los minutos se extendían y luego las horas; casi a las 3 de la tarde le tocó su turno, cuando ya estaba a punto de salir a comer en alguna de las cafeterías de la zona, a donde muchos de los trabajadores ya se dirigían. 

Resultó que, según le explicaron, su caso debía ser tratado en la sede nacional del partido, no en la sede capitalina, así que debía trasladarse para allá, que no era lejos, pero añadía tensión y cansancio al momento, porque hasta ese punto el notario Torres Sánchez no tenía certeza del motivo por el cual el líder priísta necesitaba verlo.

Otro taxi lo llevó al lugar y entonces sí fue recibido sin tanta espera, como a las 4 de la tarde.  Cuando por fin tuvo de frente a Enrique González Pedrero, este le dio una recepción inesperada: “¡Ya ni la chingas!… me tienes aquí esperándote, sin comer, como si uno fuera qué ¿Nadie te enseñó a ser puntual? ¿No sabes lo que significa un llamado urgente del presidente ? ¿Pues de dónde chingaos eres?”

La retahíla siguió, hasta que Torres Sánchez, ya hastiado de no entender nada de nada, lo detuvo con palabras fuertes, aunque no se conocían y menos se llevaban así: “Ya párale, cabrón; no fue por gusto que haya llegado hasta ahorita; además, me vale madres lo que tengas qué decirme o que me haya buscado el Presidente y quédate con tu pinche PRI, qué ni sé para lo que sirve… Así que, como si no hubiera venido”. 

González Pedrero ni lo corrió ni se le puso pesado, sino que cambió su actitud y dejó hablar al notario hasta que se desahogó. “A ver, no te vayas, cálmate”, le dijo, como un tanto arrepentido de haber regañado antes al amigo del presidente.

Y comenzó: “mira, tú sabes que el PRI es el partido más grande de México, es el que gobierna en todo el país, el que gana con facilidad todas las elecciones y se da el lujo de hacer candidatos que nada saben de política, que ni son militantes, pero los hace ganar”.

“Así que me encomendó el señor presidente que te recibiera personalmente para indicarte que te regreses hoy mismo a Durango, no a Lerdo ni a Torreón, sino a la capital del estado. Allí rentas una casa donde debes vivir de ahora en adelante y hasta donde llegarán, la semana entrante, los dirigentes de los tres sectores del partido para nombrarte candidato a gobernador de Durango. Serás el primer gobernador del estado por seis años, porque el periodo será ampliado”.

Torres Sánchez ya no supo si disculparse y agradecer la inusitada propuesta, o mejor darse la vuelta y tomar un tercer taxi e irse, pero esa duda fue momentánea y decidió aceptar en ese mismo instante. Todavía aturdido, se despidió de González Pedrero, con el compromiso establecido de seguir las indicaciones al pie de la letra. 

Ya en Durango, hizo según lo acordado paso a paso y, en el tiempo convenido, se apersonaron los dirigentes priistas, tal como le había asegurado González Pedrero. Enrique Torres Sánchez ganó de manera prevista la elección y se convirtió en gobernador de 1950 a 1956. Así se operó en el PRI hasta muchos años después. Esos tiempos jamás volverán para el tricolor. Es un hecho.

CUENTA EN X: @rubencardenas10

1 comentario en “Al tiempo”

  1. sergio delgado soto

    Rubén: ojalá hubieras comentado que Torres Sánchez, ya no siendo gobernador, fue asesinado. Por cierto que a su boda, que si mal no recuerdo fue en Canatlán, asistió Máximo Gámiz Fernández, papá de Gámiz Parral y que de regreso a esta ciudad capital, como tenía poco tiempo de haber aprendido a manejar, se volteó y eso le costó la vida sólo a él y lesiones de diferente gravedad a sus acompañantes, uno de los cuales fue mi maestro de Inglés Teófilo Trujillo, que ya en paz descanse. Ojalá investigaras y si se supo el por qué asesinaron al ex notario público.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *