¿Y en verdad egresó de la UJED Simón “el Tatita”?
Era infaltable su presencia todos los fines de semana en las canchas del Auditorio del Pueblo, hoy Polideportivo 450. También se le veía por las calles del centro, en los desfiles y otros actos públicos; muy seguido, a quien se topaba de frente le soltaba su única petición, la que lo identificó siempre: ¿Me da para una coca, Tatita? De allí el mote.
Simón “el Tatita” era un personaje citadino muy conocido a mediados de los años ochenta;
su piel tostada por el sol revelaba las horas que pasaba bajo los fuertes rayos y jamás usaba chamarra gruesa, a lo mucho un suéter rojo. Era alto y le gustaba traer “melena”.
Quienes frecuentaban “la pica” basquetbolera en las canchas del Auditorio solían invitarlo a formar tercias y a veces era el quinto jugador de un equipo – y no desmerecía frente a los más jóvenes- cuando usaban la cancha completa, pero era mucho más frecuente la reta, ya fuera a 21 o a 32.
Con “Tatita” de compañero de equipo, en la cancha de basquetbol o de futbol, siempre se corría el riesgo de que a medio partido, o desde antes, se pasara al equipo contrario sin previo aviso y anotara en el tablero o arco propios. No faltaba quien decía que ese cambio de equipo era con toda la intención para hacer reír al los espectadores o jugadores, que lo premiaban con unas monedas para su “coca”.
Y como su inclusión en los equipos era improvisada, siempre jugaba con pantalón, no shorts, camisa y el suéter atado a la cintura. Al atuendo le pegaba tiras de tela de colores y eso también le servía como distintivo por donde quiera que se desplazaba.
Fue uno de los personajes más conocidos de Durango capital a partir de 1960 y hasta los 80’s, cuando se le dejó de ver en los lugares usuales y había quienes aseguraban que había fallecido, aunque eso no se comprobó porque nadie sabía dónde se ubicaba su vecindario o casa.
Entre las versiones que lo rodeaban, estaba una muy interesante: que “el Tatita” había estudiado en la Universidad Juárez del Estado de Durango, pero nadie podía identificar el plantel al que supuestamente alguna vez asistió. Algunos deportistas aseguraban que entrenaba box y que no lo hacía mal, e incluso le acreditaban su posible discapacidad mental a los golpes que recibió en esas andanzas.
La escasez de información sobre su persona contrasta con la fama de que gozaba en esos años. Era difícil que alguien no lo sacara a colación, pero nada se sabía de su familia, de su domicilio o qué hacía para sobrevivir, simplemente para comer.
Y es que Simón no era de mucha plática, sino de mucho juego. En la calle sólo pedía para el refresco y no entraba en conversación prácticamente con nadie; por eso no se le recuerda por sus dichos o pláticas.
Como haya sido, Simón fue un personaje de quien la mayoría en Durango llegó a escuchar o conocerlo al menos de lejos; siempre se le ligó a la UJED y si bien es cierto que no tenía un perfil académico, estuvo muy lejos del descrédito que le ha generado a esta institución un cuantioso conglomerado de políticos que tanto daño le han hecho a Durango.
Por supuesto que, con todo y sus afanes ocurrentes, nos quedamos con Simón y por mucho.
Cuenta en X:@rubencardenas10
Creo que aún viven personas que conocieron y trataron a Simón Covarrubias alias Simonillo que pueden aportar información veraz acerca de su origen, trayectoria y fin de su vida terrenal