Al tiempo

Compartir

El insospechado hallazgo de la tumba de Francisco de Ibarra

La historia del Francisco de Ibarra ha sido contada en pequeñas piezas, cada una desde una óptica distinta, y esta pretende ser una de ellas. El capitán español llegó a un valle lleno de manantiales que le llamó la atención tanto como para decidir quedarse y fundar una ciudad que a la postre se llamaría Durango, como su ciudad natal. 

Ese sitio, llamado Valle del Guadiana por su antecesor Ginés Vázquez del Mercado, que lo había explorado una década antes, en 1552 -y se fue decepcionado porque la supuesta montaña de plata era de hierro- parecía ser el adecuado para echar raíces, así que, de acuerdo a datos de los historiadores, el grupo que venía con Francisco de Ibarra se asentó en estas tierras.

Así pues, se marca como la fecha de la fundación de Durango capital el 8 de julio de 1563, con  unos pocos miles de habitantes, de los cuales mil eran españoles y cuatro mil eran indígenas, además de unos treinta y siete comerciantes, todos con sus familias, que vieron en la naciente ciudad un suelo pródigo y lleno de oportunidades.

Apenas dos años después, probablemente cuando ya Durango tenía sus cimientos, el capitán de Ibarra llegó a otro lugar al que nombró Villa de San Sebastián, conocida hoy como Concordia, en Sinaloa, en donde se avecindó hasta su muerte, en agosto de 1576, aunque hubo otros poblados donde podría haber sido enterrado.

Ahora bien, la localización de sus restos mortales ha sido tarea inconclusa por diversos historiadores, hasta hace una semana, cuando un duranguense con espíritu de aventura y sed de conocimiento localizó el sitio exacto donde se encuentra tan buscada lápida.

Y ese personaje es el químico Luis Alfredo Rangel, funcionario público en varias administraciones, tanto municipales como estatales, regidor, diputado local por el PAN y dirigente estatal de ese partido, además de un apasionado permanente del cuidado de la naturaleza.

Hoy, en su faceta de jubilado, el químico Rangel, por iniciativa personal y con sus propios recursos y esfuerzos, estuvo casi un mes en Sinaloa, dedicado a dar con la tumba de Francisco de Ibarra, hasta que encontró que en Chiametla, muy cerca de El Rosario, reposan los restos del fundador de Durango.

El interés personal por este asunto histórico se incubó en Rangel Pescador a raíz de aquel encuentro de “Hermandad de los tres Durangos”, en 1988, durante la administración municipal de Rodolfo Elizondo, cuando se juntaron en Durango, España, los alcaldes de Durango, en México, de Durango, en Colorado, así como de Durango, en la provincia de Vizcaya.

Rangel Pescador viajó como parte de la delegación de nuestro Durango, por supuesto, y estando allá visitó el pueblo de Eibar, Vizcaya, donde nació el padre de Francisco de Ibarra, don Pedro de Ibarra. Eso marcó un punto de inflexión para el químico Rangel, quien se propuso investigar a fondo la vida y obra del conquistador.

No obstante, la actividad política lo distrajo de tal objetivo y, hasta el año 2010, el químico continuó la aventura iniciada en 1988. Visitó los poblados de Copala y Pánuco, en Sinaloa, mencionados por la historia oral como sitios probables en donde estaba sepultado el capitán. 

Durante varios días de rastreo no le fue posible encontrar nada, así que ambas poblaciones quedaron descartadas.

Ahora, en el presente 2024, ya en la etapa de jubilación y con ganas de concluir esa tarea alargada durante algunas décadas, con sus propios recursos e intuición investigadora, volvió a Sinaloa con diversa información recabada, versiones recopiladas en diversas fuentes y, sobre todo, con la convicción de no regresar a Durango sin haber cumplido la misión que él mismo se propuso.

Lo primero que hizo en Mazatlán fue visitar el Archivo histórico del puerto, donde nada sustantivo halló; consultó otras fuentes y se topó con documentos originales de 1570 al 1577, directos del Archivo de Indias, de Sevilla, España, que contienen información veraz y poco conocida.

Entre estos datos, está la fecha en que murió Francisco de Ibarra y la causa: el 18 de agosto de 1576 murió a consecuencia de una hemorragia intestinal, denominada en el documento, es decir, como se interpretaba en aquellos siglos, “flujo de vientre”.

Tendría el capitán ibérico unos 37 años de edad a su muerte, según coinciden datos de  archivos históricos, aun cuando no hay certeza de una edad exacta, porque no ha sido encontrada su acta de nacimiento. La narrativa, pues, establece que pudo haber fallecido a los 37 años, por lo que se deduce que era un veinteañero cuando andaba fundando villas por Durango y Sinaloa.

Además, otro de estos textos históricos guardados en el Archivo de Indias revela que sus restos se encuentran en Chiametla, poblado que hoy no llama mucho la atención, pero en aquel tiempo llegó a ser sede del Poder Eclesiástico en todo el noroeste del país, o sea, un lugar de importancia.

Una revelación más encontrada en estos documentos de 1570 a 1577 es que no murió de la lesión que le produjo una flecha envenenada en una batalla entre soldados a su cargo con una tribu indígena en la zona serrana sinaloense, como algunas crónicas de la Conquista lo han sostenido a través de los años.

Con esa pista por demás contundente, el químico Rangel Pescador no dudó en acudir al Museo de Chiametla que se encuentra en El Rosario, Sinaloa y ahí encontró un texto que narra con claridad la ubicación de la tumba del fundador de Durango.

Su lápida está en una catacumba de la iglesia; no hay más, así que ya están indicados los trámites para que las autoridades clericales le permitan la entrada a la catacumba, localizar los restos e incluso está tramitando el permiso correspondiente para abrir la lápida y revisar los restos y objetos con los que seguramente fue sepultado.

Algunas versiones de pobladores de Chiametla advierten que hay demasiada humedad en esa construcción subterránea de la iglesia, por lo que se deben realizar trabajos especializados y de ingeniería para tener un ingreso seguro, o sea que se requiere invertir una buena cantidad de dinero y tiempo en el cumplimiento de ese objetivo.

Este obstáculo, empero, no es gran cosa para Rangel Pescador y su ahínco por cerrar una página en la historia de Durango, de modo que asumirá todo eso y hasta el riesgo que implica la maniobra, al fin que ya está encarrilado y convencido de que encontró lo que tantos historiadores intentaron por siglos no pudieron. 

Pronto contará Rangel Pescador cómo le fue en esa incursión final en la catacumba de la iglesia de San Pedro Apóstol, en Chiametla. Y lo sabremos todos los duranguenses.

CUENTA EN X: @rubencaedenas10

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *