Víctor Maquívar, una vida de muy altas metas
En la agenda del alpinista duranguense Víctor Maquívar Villarreal quedó registrado el 11 de marzo del 2024 como la fecha para escalar el Monte Jaya, en Nueva Guinea, el pico insular más alto del mundo, con 5 mil metros sobre el nivel del mar.
Y no es ciertamente un reto más en su trayectoria por el mundo, sino se trata de retomar una travesía que no pudo completar desde el 2019, debido a factores externos como la irrupción de un grupo guerrillero en Papua y la violencia generada por ese hecho y luego por los problemas de la pandemia.
Víctor Maquívar es un aventurero empedernido desde la infancia y, conforme fue creciendo, más le interesaban los viajes fuera de lo común, en especial después de leer las historias de Julio Verne y de Emilio Salgari; también amplió su gusto por los puntos agrestes del planeta a través de la revista Geomundo, referente mundial sobre ese tema.
De niño solía acompañar a su padre, el veterinario José Manuel Maquívar -precursor de la Facultad de Veterinaria de la UJED y del Instituto Tecnológico Agropecuario- en recorridos por el sureste de México, incluso hasta Guatemala y Belice.
Las montañas y selvas de Chiapas, Tabasco, el mar Caribe de Quintana Roo, las lagunas y ríos de Oaxaca, así como los rincones de la península yucateca, junto con Guatemala y Belice, propiciaron en él creciente inspiración para explorar destinos cada vez más atípicos.
Justo cuando cursaba la preparatoria, Víctor Maquívar diseñó su primera gran aventura: Construiría una balsa de madera y, desde Mazatlán, se adentraría al Pacífico para llegar a Hawai. Tres amigos le acompañarían en los remos, pero después se percató de que sólo “le daban bola”. Total que el plan, literalmente, naufragó. Tuvieron que pasar varios años para emprender los viajes en serio.
Mientras tanto, egresó de la Facultad de Derecho de la UJED y se convirtió en delegado activo de Durango en la Convención Democrática del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en Chiapas, durante aquella lucha armada de 1994.
En 1997, recorrió todo el territorio canadiense durante cuatro años y fue allí donde desarrolló un verdadero interés por el alpinismo, así que adquirió equipo profesional y se hizo de compañeros para escalar las principales montañas del país.
Así, se “dio vuelo” conquistando paredes de hielo y recorriendo cientos de kilómetros en nieve, por todo el polo norte, solo y acompañado. Esta circunstancia fue clave para que pudiera dominar otros idiomas, como inglés y francés.
Maquívar volvió a Durango en el 2001, convencido de que escalar, explorar, viajar por el mundo era lo suyo, por lo que decidió prepararse profesionalmente para ese proyecto de vida, de manera que tomó un curso de Alta Montaña en Metepec, Estado de México.
Allí aprendió desde hacer nudos hasta manejar el equipo completo de alpinismo, a caminar con el calzado especial para hielo y la nieve, a descender por laderas prendido de una cuerda y a reaccionar ante cualquier eventualidad, de las que suele haber muchas.
Según me fue narrando, una de las situaciones más difíciles es dormir a la intemperie, en el recoveco de una pared, a más de 3 mil metros de altura y con una temperatura de 30 grados centígrados bajo cero. No se puede seguir adelante, a menos que se conozca lo esencial para sobrellevar una lesión a tal altura o cómo lidiar con la humedad cuando penetra en el pie o la mano.
En la práctica de este deporte, contó, son innumerables los casos de deportistas que, a escasos 150 metros de la cumbre de una montaña, se ven obligados a descender porque el agua traspasó un zapato o un guante. En ese gélido ambiente, en minutos se congela un miembro del cuerpo y lo que procede es la amputación.
Los ascensos al Pico de Orizaba, al Iztaccíhuatl y al Nevado de Toluca fueron lecciones prácticas de lo aprendido en Metepec durante el 2005. No alcanzó la cúspide del Popocatépetl porque estaba en actividad volcánica intensa ese año, un estatus que mantiene hasta la actualidad.
Con el tiempo, a estas andanzas en picos mexicanos se sumaron las del Aconcagua en Los Andes Argentinos, la montaña más alta en América, con una altura de 6 mil 954 metros, en el 2015; un año después, vino la conquista del Mont Blanc, en Los Alpes franceses, con casi 5 mil metros. Por cierto, en esta excursión perdió ocho kilos de peso en 12 días.
En el 2017, Maquívar llegó a la cumbre del Kilimanjaro, en Tanzania, el pico más alto de África y en el 2018 viajó a Rusia para escalar el Monte Elbrus, en la región del Cáucaso, cerca de Georgia. El ascenso fue de 5 mil 600 metros.
Y cuando todo estaba listo para subir al Monte Jaya, un grupo guerrillero irrumpió en la zona y el ejército de Indonesia tuvo que rescatar a Maquívar y sus compañeros: un polaco, un chino, un inglés y un norteamericano. Según la versión oficial, la guerrilla de Papua intentaba secuestrar al grupo para dar un golpe mediático de alcance internacional.
Se decidió trasladar al grupo a la isla de Bali y ahí permanecieron por 20 días; luego, los cuatro pudieron regresar a sus países de origen y Maquívar se dirigió a Malasia, después a Tailandia y finalmente a Camboya, lugares que tenía programado visitar al término de la frustrada conquista del Jaya.
Después de todo, su boleto de vuelta a Durango estaba previsto para el 28 de marzo del 2020, pero nadie contaba con la inesperada llegada de la pandemia. Y, ya cuando se disponía a cruzar la frontera de Camboya a Vietnam para tomar el vuelo de regreso, se cerró el paso y se cancelaron cientos de vuelos.
Sin otra opción, tuvo que permanecer más de dos años en Camboya y tramitar pasaporte emergente en la embajada de Tailandia, dado que México no tiene representación consular en Camboya. Le fue necesario quedarse en ese país porque, con un pasaporte vencido y sin espacio para registrar más sellos de entrada, no podía viajar.
Total que, luego de dos años y medio, en diciembre del 2022 pudo dejar Camboya y regresar a Durango donde, para su sorpresa, hace una semana le llegó el aviso de que hay condiciones para escalar el Monte Jaya y todo está dispuesto para subirlo el 11 de marzo.
Por lo tanto, el duranguense tendrá únicamente tres meses para lograr un óptimo acondicionamiento físico, así que planea entrenar duro en Las Ventanas, en las escaleras del parque, en el cerro de los Remedios y hacer bicicleta sin cesar, rutina que ha seguido en cada una de sus aventuras, pues.
Sólo así le será posible mantener en la espalda su mochila de 30 kilos y andar en el hielo con zapatos de kilo y medio cada uno, cargar con latas, bolsitas de nueces, pasas, chocolates, barras energéticas de cereales y demás frutas secas que lo alimentarán en la semana que dura el trayecto.
Y bueno, también deberá contar con unos 11 mil dólares y otros 200 mil pesos que costará el viaje, pagar un curso de su propio pecunio y recurrir a apoyos de familiares y amigos, porque aún no tiene patrocinadores. Los últimos que le prometieron soporte económico fueron José Aispuro y José Ramón Enríquez y, obvio, todo quedó en promesa.
Así que a finales de marzo del 2024, si no ocurre algo extraordinario de nueva cuenta, Víctor Maquívar volverá a Durango para contarnos su última conquista de montaña, la enésima, como nadie más en la historia de Durango.
CUENTA EN X: @rubencardenas10