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Esa tarde en la IV Centenario Diego Fernández de Cevallos ya no la contaba

Esa tarde de mayo en la Plaza IV Centenario de Durango, Diego Fernández de Cevallos sintió por instantes, según confesaría a sus cercanos y a un servidor, que no estuvo lejos de sucederle lo que le pasó a Luis Donaldo Colosio Murrieta en la colonia Lomas Taurinas, en Tijuana, aquel 23 de marzo de 1994.

El llamado “jefe Diego” encabezó un mitin en ese espacio emblemático como parte de su agenda en esta ciudad tan amistosa para su búsqueda del voto que eventualmente lo llevaría a convertirse en el primer presidente de México de extracción panista, según cálculos de sus seguidores y de analistas políticos connotados.

Y ciertamente no andaba de bajo perfil, sino todo lo contrario, pues se sentía ganador de ese primer debate televisado entre candidatos presidenciales, o sea él mismo, Ernesto Zedillo, del PRI y Cuauhtémoc Cárdenas, del PRD, encuentro que lo había posicionado como puntero en la carrera.

Las encuestas le dieron el espaldarazo y hubo celebración masiva esa noche del 14 de mayo de 1995 en el Ángel de la Independencia; su imagen creció enormidades tras la derrota pública a sus adversarios, a quienes dio cátedra en el tratamiento de temas, aun los más difíciles.

Uno de esos temas oscuros era, para los tres – en especial Zedillo- el asesinato de Colosio en plena campaña; no había forma en que los aspirantes presidenciales pudieran ser omisos al  respecto y, de hecho, había una gran presión pública y mediática para que se dieran nombres de quienes habrían estado detrás del asesino confeso, Mario Aburto.

En cuanto a un servidor, en ese tiempo estaba al frente de los noticiarios en un canal televisivo y, dado que Diego estaba en su mejor momento como protagonista de la elección, pactamos una entrevista en vivo con él al día siguiente del mitin en la IV Centenario. Llegó muy puntual, acompañado de algunos cercanos, entre ellos Rodolfo Elizondo.

Antes de la entrevista, entró al aire la nota informativa del mitin referido; la plaza estaba al máximo y en los asistentes se notaba una especie de fervor hacia su candidato; eran los tiempos en que el PAN tenía gran poder de movilización.

De hecho, cuando el animador preguntó si alguien no estaba allí por voluntad propia, hasta lo abuchearon. Y mientras Diego terminaba de ver la nota informativa y se acomodaba para iniciar la entrevista, le pregunté todavía fuera del aire cómo se sentía en Durango después de ese recibimiento en un mitin tan emotivo. Dijo estar muy feliz y satisfecho, excepto por un detalle que le había sucedido justo al llegar a la plaza.

Según me platicó Diego, prepararon una vía muy estrecha para avanzar y nadie de su equipo caminaba con él, por lo que se le acercó quien quiso mientras se dirigía al escenario; sucedió entonces que un individuo se le aproximó e intentó agarrarlo por la solapa del saco y le puso un tubo, cañón o mango de madera, a la altura del esternón. 

Tan de sorpresa lo tomó esta acción, que ni siquiera atinó a fijarse qué era ese objeto o si el agresor estaba fuera de sus cabales, ni su equipo alcanzó a reaccionar. Tampoco la gente se dió cuenta. Al jalarlo, refirió Diego, “esta persona me sentenció que cuidado con rajarme y permitir que ganara el PRI”. De eso se trataba, pues, pero ese momento lo hizo recordar bruscamente el suceso de Lomas Taurinas.

Nos interrumpía constantemente la entrada a la entrevista, pero en cada corte me seguía hablando sobre ese susto.

Describió al presunto agresor como un tipo cuarentón, fornido, con bigote y fuerte acento norteño, un total desconocido para él, pero ni él ni su equipo de campaña quisieron hacer denuncia alguna y dejaron así las cosas, conscientes de que debían reforzar la seguridad en los actos públicos.

No pudo comprobar con qué lo había amenazado, pero ese objeto le causó una escoriación visible en el pecho que mostraba cuan fácil pudo haber sido herirlo de verdad o intentar otro movimiento, pues de alguna forma habían estado en contacto muy cercano, prácticamente cara a cara.

Yo trataba de concentrarme en los temas que eran de entrevista y no sólo para consumo personal: El debate, Colosio, los señalamientos de que se haría a un lado para favorecer a Ernesto Zedillo, la quema de boletas electorales que propuso tras la elección de Carlos Salinas de Gortari en 1988, entre otros muchos de relevancia.

Acabamos la entrevista y pidió, como lo acostumbraba con todos los entrevistadores en su campaña, según dijo, tomarse la fotografía para el archivo.

-Deberías unirte a la campaña, sugirió al dejar el set.

-Mejor cuando gane vemos, señor, le respondí.

Nunca volví a tener otro encuentro con él y tampoco trascendió más allá de su círculo esa anécdota que me contó en privado. Quien sabe qué podría haber sucedido; ni el propio Diego supo quizá el nivel de riesgo que corrió esa tarde en Durango.

TWITTER: @rubencardenas10

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