El Arthur’s, a donde muchos asisten, pero pocos quieren ser vistos
Los prejuicios y la discriminación de hace 40 años se amalgamaron para hacer del Arthur’s una “disco” nada convencional en Durango. Abrió sus puertas en el clandestinaje y no cualquiera podía entrar, salvo con una especie de recomendación.
En el sigilo de la noche, el interesado o interesada tocaba por una ventana para identificarse y ver si era o no elegible para pasar; ese filtro seguramente se debía a la discreción con la que debía manejarse un sitio que habría despertado inconformidades alrededor si se conocía su giro.
Fue, pues, el Arthur’s el primer antro para la comunidad LGBTQ + en Durango, aunque en aquel tiempo, año de 1984, no existía este concepto como se le conoce ahora, así que simplemente era “la disco gay” de la que tanto se empezó a hablar, donde se habría visto a fulanito o perenganito, medio disfrazado, tocar a la reducida ventana.
Sus principales propietarios eran Arturo, ya fallecido, y Roberto, hoy dedicado a administrar el mismo negocio, que cambió de nombre a La Ramona, pero no de giro ni de ubicación, sólo un piso más abajo. Hubo otros socios que también han fallecido.
Inicialmente, consiguieron en renta un espacio no muy grande en avenida 20 de Noviembre, que se llenó desde el primer fin de semana y, a diferencia de cualquier otro negocio nocturno de la época, donde los anuncios neón competían por los gustos del público, la entrada del Arthur’s era oscura y sin letreros.
Esto, debido a que eran tiempos de abierta discriminación, persecución y fobia hacia las personas de preferencias sexuales diferentes, quienes carecían hasta del derecho a divertirse sin ser molestados o sin sufrir agresiones mayores.
Empero, con todo y el bajo perfil del negocio, los vecinos se quejaron y el propietario les pidió el inmueble, por lo que se mudaron un poco más adelante, en 20 de Noviembre y Laureano Roncal, donde tampoco pudieron establecerse por mucho tiempo.
A las pocas semanas, les cayó la autoridad municipal y, en lo subrepticio de la noche, la policía municipal llevó a cabo una redada. A bordo de aquellas pequeñas patrullas tipo Caribe se llevaron a decenas de personas y clausuraron el lugar.
Por arbitrario que parezca, las autoridades municipales no tuvieron otro motivo para realizar tal atropello que decir, según versiones de varios detenidos, “les vamos a cerrar su lugarcito por jotos”. Y eso era suficiente para que no pudieran defenderse.
“Redada en el Arthur’s”, decía un titular en primera plana de La Voz de Durango y fue así como se informó a la sociedad duranguense de la existencia de un antro gay en la ciudad, lo cual provocó que ciertos sectores pusieran el grito en el cielo y se alarmaran ante la existencia de un club tal en su tranquilo entorno.
Y, según palabras del actual dueño, entonces el Arthur’s se hizo famoso entre otra clase de clientela, aunque fuera por el morbo que despertaba visitarlo y también comenzaron los comentarios en columnas policiacas, como “Los aristócratas del mercadito”, de Nepo Romero (qepd), publicada en el Diario de Durango.
Así pues, tras esa redada, los propietarios del lugar se ampararon y, al no haber delito que imputarles, decidieron abrir nuevamente, ahora por la calle Bruno Martínez, cumpliendo todas las disposiciones legales, pero no les resultó fácil.
A lo largo de esos años, algunos alcaldes fueron duros con ellos, por decir lo menos, y otros fueron tolerantes, maduros y respetuosos, como Rodolfo Elizondo y Marcos Cruz, según recuerdan Roberto y Joan Cocó, dos de los entrevistados para esta historia.
El atractivo durante toda la vida activa del Arthur’s fue y sigue siendo -ahora en la versión del bar La Ramona- el show travesti, una pasarela en la que una veintena de imitadores encarnan a las cantantes de aquel tiempo y también a las más populares de hoy en día.
Los integrantes del elenco eran, y son, principalmente jóvenes de Durango y algunos de otros estados o municipios, como el “Jimmy”, ahora retirado, quien también fue de los iniciadores del proyecto.
Durante los siguientes dos años, el Arthur’s ocupó diversos locales, la mayoría por Bruno Martínez, hasta llegar a Felipe Pescador. Cada vez los iban desalojando por las protestas de los vecinos que, en cuanto se enteraban del giro que tenía el lugar, se daban por ofendidos y pedían su inmediata remoción.
Después, hubo una etapa de más estabilidad, en una casona de calle Juárez casi esquina con Aquiles Serdán, donde ya hubo moderada presión de las autoridades municipales e incluso no les revisaban tan rigurosamente la patente requerida para vender alcohol, aunque se mantuvo el criterio de admisión por filtros, o sea el toque de ventana.
Todo iba bien en ese domicilio, pero de nuevo, en 1997, surgió “grilla” de vecinos y la autoridad municipal los tuvo que requerir para que le buscaran por otro lado menos visible que el centro histórico.
Los propietarios se movilizaron una vez más en la búsqueda y encontraron una bodega por el bulevard Domingo Arrieta, la cual acondicionaron como antro y allí han permanecido hasta la fecha con su nuevo bar, dado que pudieron adquirir el inmueble.
Desde la estabilidad lograda luego de vencer muchos paradigmas, el antro creció y vivió años exitosos. En viernes y sábado, se podían contar hasta 600 asistentes de variados estratos sociales, algunos más conocidos que otros.
Por ejemplo, aseguran que, en una visita de trabajo a Durango, la priísta Beatriz Paredes Rangel asistió al show acompañada de una quincena de colaboradores, pagó sin chistar una cuenta de buenas cifras y se despidió muy halagada.
También estuvo allí el actor Sebastián Ligarde, así como su colega Roberto Cobo, la productora Tina Gallardo, Armando Palomo, así como no pocos políticos y funcionarios, nacionales y locales.
Los dueños afirman que hoy se ve en La Ramona a políticos y servidores públicos, grupos de mujeres, de amigos fiesteros, parejas de mediana edad…o sea, se convirtió en cierta manera en un centro más abierto, aunque todavía es orientado a la comunidad LGBTQ + y conserva el ambiente que alguna vez tuvo el Arthur’s, el cual cerró definitivamente en el 2020 a consecuencia de la pandemia que paralizó la actividad nocturna.
De cualquier modo, La Ramona sigue siendo un sitio como su antecesor, donde no todos ni todas quieren ser vistos, mucho menos si tienen un cargo público o familias muy conservadoras. En pocas palabras, personas que mantienen el closet cerrado.
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