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“Y para que no digan que soy barbero… que CHASM nuestro candidato”

Todavía hace unos veinte años, en ciertos círculos políticos de Ciudad de México se conocía y se mencionaba aquella visita de Carlos Salinas de Gortari a Tepito como candidato del PRI a la presidencia de la República, la cual hizo surgir varias anécdotas por el trato que le dieron en ese barrio “bravo”, cuando al aspirante priísta casi se le veneraba en cualquier parte donde ponía un pie. Tiempos de ceguera política.

La reseña de ese mitin se contaba corregida y aumentada y ya hasta con matices de leyenda o, para otros, de un chiste que le daba al pueblo la oportunidad de burlarse del candidato, a falta de poder decirle en su cara lo que se pensaba de él; o sea que el incidente dio motivo para volverlo parodia política.

Y quienes recuerdan esa época saben que la crispación social no tenía comparación con décadas anteriores. El PRI estaba partido en dos o más pedazos. La Corriente Democratizadora dentro del tricolor venía pisando fuerte y se veía que algo iba a suceder en cualquier momento.

Y así ocurrió. Encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, entre otros, este movimiento rompió el paradigma de que el PRI era un partido sólido y que la oposición no tenía posibilidades de crecimiento. Los tres fundaron el Partido de la Revolución Democrática.

Por todo esto, la condición de esa campaña presidencial en particular fue diferente a las anteriores, pues el candidato ya no arrasaba en las preferencias mayoritarias y, además, había gente que asistía a los eventos del tricolor con ánimos de protestar, sacar pancartas, hacer notar su descontento, pues.

En tal contexto, resulta que ese evento de apoyo a Salinas de Gortari en Tepito representaba encarar a los más difíciles de convencer. Así pues, el equipo de campaña levantó un templete y organizó una especie de verbena desde mediodía, en la que no faltó el baile a ritmo de  cumbia y salsa, la comida, la bebida  y los discursos de relleno.

Así dieron las 6 de la tarde, hora de darle un giro a la fiesta para enfilarla hacia el objetivo primario del evento, o sea, un mitin. El maestro de ceremonias, luego de presentar grupos, cantantes, sonideros y líderes del barrio, anunció a los presentes que era “cuestión de minutos” para el arribo del candidato.

“Nos están informando en este momento que en cuestión de minutos estará entre nosotros nuestro querido candidato Carlos Salinas de Gortari”, se escuchó la voz tras el micrófono y, tan pronto como se dio la vuelta el anunciador, de entre el público brotó un grito anónimo: “¡Barbero!”.

Y, aunque muy rápido giró la cabeza, con hartas ganas de localizar entre las muchas caras al provocador, seguramente para contestarle o hacerlo sentirse descubierto, no lo logró. Las carcajadas que provenían del nutrido grupo lo hicieron enojar todavía más.

A la vuelta de unos minutos, el presentador volvió al templete para un segundo anuncio, esta vez llamando “queridos” a los vecinos, no al candidato: “Queridos vecinos, ahora sí me aseguran que en cinco minutos estará con nosotros nuestro…” Y otra vez surgió la misma voz entre el público: “¡pin…barbero!”, seguido de una carcajada general.

Mucho después de esos cinco minutos, por fin el candidato hizo su aparición en la calle que llevaba al evento y empezó a caminar entre saludos, porras y otras consignas, sonajas, trompetas, tamborazos, papeles multicolores y demás parafernalia de bienvenida.

El presentador agarró el micrófono y ahora este fue su saludo: “Como les dije, ya se encuentra entre nosotros nuestro candidato Carlos Salinas De Gortari, y para los que están diciendo que soy “barbero”… ¡pues que chingue a su madre nuestro candidato! ¡A ver si así me dejan de chingar… hdsptm!”.

En el colofón de la anécdota, se llegó a comentar que de inmediato miembros del Estado Mayor Presidencial se abalanzaron sobre el maestro de ceremonias y se lo llevaron detenido, como también se dijo que los colaboradores del candidato sólo lo increparon, pero no hubo otras consecuencias.

En fin, la coincidencia generalizada fue que las carcajadas y los abucheos se desbordaron, como esperando que alguien diera la señal y ese había sido el propio presentador. El candidato ya no tuvo opción para continuar el mitin en Tepito, después de tal recibimiento. Todo acabó y jamás volvió Salinas ahí, ni como candidato y menos durante los seis años que gobernó el país.

TWITTER: @rubencardenas10

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