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La gran polémica por los libros de texto no es nueva

Unas cuatro décadas atrás, las autoridades educativas decidieron incluir en los libros de primaria, a partir del cuarto año, temas básicos de sexualidad y de inmediato se toparon con múltiples resistencias para incrustarlos dentro de las aulas, lo que ocurriría prácticamente bajo protesta de los padres y las instituciones religiosas.

De hecho, la iglesia fue la primera en oponerse con fuerza, a través de toda una campaña, a aquel modelo educativo cuya punta de lanza fueron los libros de Ciencias Naturales, que traían información acerca del desarrollo corporal durante la adolescencia.

Así, las palabras que más escandalizaron fueron específicamente “menstruación”, “eyaculación”, “pene” y “vagina”, junto con los dibujos que explicaban, aunque no a detalle, el proceso de los cambios físicos en esta etapa, tanto de niños como de niñas. 

El ciclo escolar iniciaba en ese entonces el 2 de septiembre y, por lo menos durante los primeros cuatro meses, no se entregó ese libro en las escuelas primarias, ni del sistema federal y menos del estatal, con la amenaza de dejarlo en la “congeladora” de manera indefinida.

Por fin, las autoridades educativas se impusieron a las presiones de distintos grupos sociales y el famoso libro que había polarizado la discusión sobre el tema educativo se distribuyó, aun cuando las protestas siguieron y gran parte de los padres no sabía si cuarto y quinto año eran la etapa apropiada para que sus hijos e hijas se enteraran de lo que igualmente no tardaría en pasarles.

Ahora, casi medio siglo después y precisamente en año electoral, la polémica por los libros de texto gratuitos surge nuevamente, pero esta vez son instituciones y actores políticos los que descalifican el nuevo modelo educativo.

Obviamente, todo mundo puede tener una opinión distinta al respecto y son los padres quienes deberían tener mayor voz y voto en una cuestión que les compete de manera tan directa, pero ciertos personajes políticos a quienes les ha dado por satanizar los contenidos deberían reaccionar así ante todo lo que de verdad atente contra la niñez.

De plano, en algunos estados, los gobernadores ya ordenaron suspender el reparto de libros en las escuelas, todas a punto de iniciar el ciclo agosto-diciembre. Si bien es cierto que especialistas han advertido errores en el manejo del Español y Geografía, así como una reducción drástica en matemáticas principalmente, la mayoría de los señalamientos carecen de sustento.

Claro que los errores deben ser corregidos y cada imprecisión, sustentada. Ya bastante se ha desorientado a los estudiantes con libros escritos al gusto de cada historiador en turno a lo largo de cada sexenio, como para que no se les proporcione una educación sólida y de calidad en esta oportunidad, pero no todo debería ser desechado sin el debido escrutinio a fondo, no con opiniones apresuradas.

Y vaya que hay casos: no pocos diputados y diputadas que han demostrado serias deficiencias al leer en tribuna, sea en el Congreso local como el federal, así como evidente ignorancia en historia mínima, critican con furor los nuevos libros porque “no garantizan una buena educación para nuestros hijos”.

Lo más probable es que a estos políticos los pondríamos en un serio aprieto si les solicitamos una definición de “comunismo”, por ejemplo, pero sostienen que estos “son libros comunistas”, además de que “desaparecerán las matemáticas en la educación primaria”, lo cual es totalmente falso.

Por otra parte, los libros de texto son tan sólo una herramienta en las clases ordinarias, no necesariamente medulares, ni deben serlo, menos ahora que hay tantos recursos de enseñanza / aprendizaje al alcance de los docentes.

En el recorrido por  niveles educativos, la mayoría descubrimos que los contenidos en Historia y otras materias estaban muy alejados de la realidad; lo mismo en Ciencias Sociales y Ciencias Naturales, llenos de datos obsoletos y con poca utilidad práctica, como aprender de memoria las tablas de multiplicar.

En esta polémica, cada segmento involucrado está obligado a dar argumentos sólidos de por qué sí o por qué no debería ser implantado el modelo educativo que quiere poner en marcha la 4T, la que no puede pasar por alto las protestas, si bien va a llegar un momento en que los acuerdos tendrán que imperar.

Y en cuanto a algunos contenidos que disgustan a ciertos sectores, también son parte de los cambios que actualmente experimenta la sociedad, como el reconocimiento a la diversidad sexual, al lenguaje inclusivo, a la política de género, todos temas reales que no por dejar de incluirlos en un libro van a esfumarse. Lo mejor es dejar de lado la “grilla” fomentada por los politicos, que no educa, ni siquiera informa y sólo deforma.

TWITTER: @rubencardenas10

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