El insomnio de Echeverría que tanto jodió al país
Luis Echeverría Álvarez dejó huella en la historia del país, pero no por las razones correctas, sino por ser uno de los presidentes más represores y desalmados que se recuerde: las matanzas de Tlatelolco, en 1968, y la del “Halconazo”, en 1971, lo persiguieron siempre, además que se le atribuyen brutalidades contra opositores a su régimen cumplidas desde la Secretaría de Gobernación.
También fue el más longevo de sus antecesores, ya que murió apenas el año pasado, tras cumplir un siglo de vida, lo que resulta raro, dado que a lo largo de su vida solía dormir apenas tres horas diarias cuando mucho, sin siestas y sin que su salud se viera afectada.
Gobernó México de 1970 a 1976 y antes fue secretario de Gobernación, en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, cargo desde donde orquestó la matanza del 2 de Octubre en 1968, donde centenas de estudiantes -nunca se ha sabido cuántos- fueron salvajemente acribillados por militares en una concentración en la Plaza de las Tres Culturas.
Después, ya siendo presidente, dispuso el golpe del 21 de Junio de 1971, en San Cosme, también en la Ciudad de México, donde paramilitares identificados como “Halcones” reprimieron a estudiantes a toletazos y balazos; se estima que más de 30 jóvenes fueron ultimados y cuando menos otros cien resultaron heridos.
Se decía que todas las peores ideas de represión le surgían durante sus noches de insomnio, tanto cuando fue secretario de Gobernación como cuando llegó a la presidencia y de eso había muchos testigos. Sergio Candelas Villalba, un periodista zacatecano ya fallecido que cubrió la campaña electoral y después la fuente de la presidencia de la República para El Sol de México, contó a este servidor que en los noventas conoció muy bien esa faceta del mandatario, al ser parte de sus giras y eventos.
Una vez, por ejemplo, me contó que en una gira por Baja California, durante la campaña electoral, Echeverría fue invitado por campesinos a un encuentro que se extendió mucho más de lo esperado: 17 horas. El entonces candidato priísta presidió los trabajos de la mesa y los oradores fueron haciendo uso de la palabra sin límite de tiempo.
Echeverría parecía escucharlos a todos sin inmutarse; después de varias horas sirvieron de comer, unos se levantaron y regresaron, otros ya no, debido al alargamiento de la reunión. Los periodistas que cubrían la gira de la campaña entraban y salían, unos más fueron a su hotel, porque debían transmitir la información por teléfono o vía télex, asombrados de la resistencia de Echeverría, quien comía poco, bebía casi nada y no se levantaba de la mesa.
De hecho, según mi narrador, Echeverría aguantó las 17 horas sentado y se levantaría si acaso un par de veces; quienes estuvieron cerca lo vieron medio dormitar por momentos y hasta juntar un pie con otro para rascarse, pero muy poco se movió. Esa reunión mantiene el récord como el evento más prolongado en una campaña presidencial.
Salieron del lugar todos muy temprano a recoger sus cosas del hotel y regresar a la CDMX. En el trayecto, tanto periodistas como colaboradores de la campaña bromearon sobre una supuesta sonda invisible que usaba Echeverría para no ir al baño y sobre sus trucos para no dormirse por tanto discurso.
Ya siendo presidente, circularon incontables anécdotas de quienes fueron sus colaboradores cercanos acerca de que el jefe siempre estaba despierto. En Los Pinos citaba a personajes diversos a las 6 o 7 de la mañana o a las 12 de la noche. Su habitación siempre tuvo una luz encendida y los guardias del Estado Mayor lo veían hablar por teléfono de madrugada.
Enrique Olivares Santana, Guillermo Gutiérrez Barrios, José Andrés de Oteyza, Fidel Velázquez, Jorge De la Vega Domínguez, entre otros políticos, solían ser de los citados a deshoras.
Candelas Villalba me dijo que en una ocasión no se aguantó las ganas de preguntarle “en corto” al presidente por qué dormía tan poco. “Si duermo me desinformo y así no se puede gobernar, mi querido capi”, contestó Echeverría al periodista zacatecano.
Y, como bien concluyó mi amigo y colega, si Luis Echeverría Álvarez hubiera dormido más horas en su vida, habría hecho mucho menos maldades en contra de los mexicanos que padecieron su sexenio, sin duda.
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