Aquellos días de “tanta chamba” en Valentino’s, el Frankie Oh y El Caracol
Al cierre de la década de los ochenta, Mazatlán era, como hasta hoy, un emporio regional no sólo por sus playas, sino por sus lugares de entretenimiento, hoy llamados antros. Y hacia allá volteamos la mirada desde el diario CIMA, que circulaba en Durango, La Laguna y Zacatecas, cada día con mayores dificultades, así que necesitábamos más recursos de manera urgente y la solución parecía estar en abrir nuevos mercados para publicidad.
Entonces, encabezados por el director Daniel Ramos Nava, se tomó la decisión de publicar un suplemento semanal sobre Mazatlán para interesar a los prestadores de servicios turísticos en dirigir sus promociones hacia las tres entidades donde el CIMA tenía presencia; para tal efecto, obviamente, un reportero o editor debía estar yendo cada ciertos días.
Y era tan apremiante el ingreso de recursos al periódico, que ni siquiera pensamos mucho en la estrategia de ventas; simplemente un lunes nos lanzamos a la aventura dos publicistas, un reportero gráfico y un servidor y, como no entraba aún en operación la supercarretera, la travesía era de siete a ocho horas, a buen paso.
En cuanto llegamos, los publicistas se lanzaron a la búsqueda de los anuncios de los hoteles, restaurantes y otros negocios; por mi parte, me dedicaba a recopilar toda la información posible para que el suplemento resultara atractivo y llamara la atención.
Así pues, comencé a investigar cuándo y cómo empezó el auge de las pulmonías, el significado de los principales símbolos y monumentos; claro que no faltaron las notas sobre la gastronomía, la banda sinaloense, los artistas más renombrados y los lugares emblemáticos del puerto, las tradiciones, el auge turístico y decenas de asuntos que nos dieron para hacer historias semanales durante más de un año.
Todos los lunes y martes andábamos por allá, en ocasiones hasta el miércoles y era, de hecho, como vivir y trabajar en las dos ciudades todo ese tiempo. Claro que siempre había oportunidad de combinar el trabajo con la diversión, pues a menudo convergían en los mismos sitios, fueran diurnos o nocturnos.
Entre estos últimos estaban Valentino’s, Frankie Oh y el Caracol, calificadas entonces como tres de las mejores “discos” de todo el país, después de la casi legendaria Baby’ O, de Acapulco. En todas ellas, la clientela estaba compuesta de celebridades y personajes que sólo en esos ambientes se dejaban ver.
En esos ayeres, la fiesta era diaria; las “discos” en Mazatlán abrían cada noche sin falta y siempre estaban atiborradas. Valentino’s fue la primera de las tres en Mazatlán, con sus dos pistas de baile; una para los románticos, con amplios ventanales para contemplar el oleaje nocturno y otra para bailar los éxitos del momento, en inglés y en español.
También tenía un área para jugar billar o cartas y, junto con todo eso, el manejo casi sicodélico del entonces novedoso rayo láser lo hacía un lugar muy competitivo en el ámbito de la diversión nocturna, preferido por parejas lunamieleras.
Después abrió sus puertas el Frankie Oh, propiedad de la familia Arellano Félix, por cierto. En las paredes del vestíbulo destacaban enormes fotografías de Julio César Chávez con todos los hermanos del clan y nadie parecía asombrarse por su relación con ellos, la mayoría ya muertos o recluidos en penales estadunidenses desde entonces.
Y luego vino la magia del El Caracol, en el complejo de El Cid, con su show de luces único que nadie se quería perder; la afluencia de turistas en el puerto daba para las tres discotecas y hasta para muchas otras de menor nivel, sin ningún problema.
Veinteañeros entonces, se nos acortaban las noches para asistir a los tres lugares invariablemente cada semana, cuando menos dos horas en cada uno, como si fuera un maratón. Y no éramos los únicos asiduos con esa regularidad, desde luego.
Con el tiempo y, a pesar de su auge, esos tres espacios en Mazatlán fueron decayendo. El primero en desaparecer fue el Frankie Oh; la propiedad quedó en manos de la Secretaría de Hacienda, tras problemas legales con sus dueños; luego dejó de funcionar El Caracol, con el cierre de administración de El Cid. Ahora, sigue ahí el espacio, pero no volvió a abrir sus puertas.
Valentino’s permaneció algunos años más, pero con distinto concepto y con otros nombres, hasta que hace unos 15 años cerró definitivamente y el lugar está en litigio con autoridades federales, también por problemas legales de los propietarios.
Total que, las tres discotecas que hicieron furor en el país quedaron para la historia y no deja de ser irónico que ninguna de las tres se anunció jamás en nuestro suplemento semanal. Los publicistas nunca tuvieron la ocurrencia de ofrecer las páginas de nuestro diario para los anuncios que igual y ni les eran necesarios a los dueños.
Con el tiempo “nos cayó el veinte” que, estando en esas pistas de luces refulgentes, no recordamos el propósito de vender publicidad o, de haberlo recordado, seguramente lo habríamos dejado para otra ocasión. Al mejor cazador le encanta también la fiesta. Y más en el Mazatlán de finales de los ochentas. Al tiempo.
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