Al tiempo

Compartir

Sufrió más de diez paros cardíacos, lo declararon muerto, pero “resucitó”

Ocurrió este hecho en la ciudad de Durango, en marzo del año 1988. Un recién nacido de 17 días sufrió en ese lapso nada menos que diez paros cardiacos, por lo que se le declaró clínicamente muerto, pero “revivió” sin explicación científica aparente. Así se publicó literalmente este relato de mi autoría el miércoles 6 de abril de ese mismo año en el diario Cima:

Luis Miguel Galindo Espinoza tiene apenas 17 días de nacido y ya sabe lo que es la vida y también la muerte. El miércoles 30 de marzo fue declarado clínicamente muerto, luego de diez paros cardíacos y entregado en su pequeño ataúd a sus familiares, en presencia del personal médico del Hospital Divina Providencia de esta ciudad. Sin embargo, el pequeño vive y se recupera satisfactoriamente.

El pediatra Gerardo Gutiérrez Vargas, quien lo atendió desde el domingo 27 de marzo y lo declaró muerto, estima ahora que bien pudo haber padecido una crisis convulsiva, pero aún así no acaba de salir del asombro. Otros médicos, incluso de la misma clínica, sostienen que el pequeño ‘revivió’, pero no son capaces de dar una explicación verosímil del suceso.

Hijo de dos adolescentes, Luis Martín Galindo y Virginia Espinoza, de 17 y 18 años respectivamente, el bebé enfrentó problemas diversos desde que estaba en el vientre. La joven madre tuvo una amenaza de aborto a los dos meses de embarazo y al séptimo mes sobrevino el alumbramiento.

El parto, aunque prematuro, fue atendido sin aparentes complicaciones en la clínica San José. El niño soltó el llanto al nacer, recordó la madre, pero unos 19 minutos más tarde los médicos le detectaron un raro ronquido en el pecho.

De inmediato se llamó a un pediatra, quien llegó a la conclusión que se trataba de una infección generalizada, por lo que mantuvieron al recién nacido en una incubadora. Ahí permaneció desde el día en que nació hasta el miércoles 23, cuando fue dado de alta.

Con un peso todavía bajo, de 2 kilos y 300 gramos, Luis Miguel permaneció estable en su domicilio de Prolongación Libertad, Lote 1, Manzana 8, de la colonia Universal, hasta el mediodía del domingo 27 del mismo mes. Horas más tarde, inició su lucha frontal con la muerte.

Leticia Galindo, tía del infante, narra que ese mismo domingo observó que el pequeño estaba amoratado y tenía problemas para respirar. Por esto, decidió llevarlo al hospital Divina Providencia e inclusive durante el trayecto tuvo que darle respiración de emergencia, de boca a boca.

Ya en el hospital, el médico Juan Francisco Solís de encargó de practicarle las primeras revisiones y logró estabilizar al bebé, pero instantes después sufrió un paro respiratorio, por lo que se solicitó la presencia de un pediatra que prefirió no atenderlo, porque ‘ya era demasiado tarde’. Entonces se acudió al pediatra Gutiérrez Vargas, que hizo hasta lo imposible por mantenerlo con vida.

El médico dijo que el caso era grave, pues el bebé presentaba una fuerte infección, así como falta de oxígeno, temperatura alta y un alto nivel de deshidratación. Su vida peligraba y se fijó un plazo de dos horas para intentar sacarlo del trance.

Siguieron otras ocho horas de incubadora y el infante sufrió otros tres paros cardioreversibles, pero de muy corto tiempo. Permaneció varios días bajo cuidados intensivos y entonces siguieron más paros cardíacos, exactamente ocho. El noveno fue el más intenso, con duración de unos 5 minutos. Fue entonces cuando se le declaró muerto.

El pequeño arrojó sangre por la nariz y boca. “Este niño ya se derramó por dentro”, opinó el médico, al tiempo que propuso a los familiares hacer los trámites correspondientes tras el presunto fallecimiento.

Virginia y Leticia, madre y tía del menor, decidieron ponerse a rezar en la capilla del hospital, mientras que el padre se encargó de ir a comprar el pequeño féretro. Transcurrió tal vez hora y media, cuando una enfermera corrió a informar a la mamá que el bebé estaba vivo y comenzaba a mostrar signos de recuperación.

Cuando volvieron a la habitación, Gutiérrez Vargas y otro médico estaban colocando de nueva cuenta a la criatura en la incubadora, con oxígeno y suero; en eso llegó el papá con el féretro y, en el alboroto, le recomendaron que lo conservara, porque el cerebro de su hijo estaba muerto y sólo su diminuto corazón se resistía a dejar de latir.

El panorama era desolador, pero, contra todo pronóstico, el bebé se mantuvo vivo. Acabó el mes de marzo y siguió hospitalizado dos días más, en los que superó todavía otro paro cardíaco, el décimo. Ahora, Luis Miguel se encuentra en su casa bajo tratamiento médico, pero con recuperación favorable, según el pediatra Gerardo Gutiérrez Vargas, que le sigue atendiendo. Hoy, sería interesante saber en qué quedó este caso tan atípico no sólo en Durango, sino en los archivos médicos mundiales.

TWITTER @rubencardenas10

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *