Al tiempo

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Es un mundo difícil, sí, pero hay esperanza

Hoy, como desde hace 2022 años, celebraremos el nacimiento de un hombre, cuya figura, como ninguna otra, ha dividido la historia en dos eras y sigue tan vigente como siempre, aun cuando teólogos y estudiosos de las Sagradas Escrituras suelen diferir sobre datos de poca relevancia, como la fecha exacta del acontecimiento o la clase de ofrendas que llevaban los llamados Reyes Magos; lo verdaderamente crucial es que Jesús nació y su obra redentora se sigue cumpliendo.

Ciertamente, la historia universal registra los nombres de grandes líderes religiosos, libertadores, héroes o filósofos, quienes han cambiado la perspectiva de millones de personas sobre algún asunto en particular; pensadores cuyas enseñanzas rigen conductas sociales generación tras generación y siguen marcando tendencias en muchos órdenes de la vida. Sólo que ninguno de ellos ha tenido ni el poder inspirador de Jesucristo para transformar las vidas, ni tampoco su misión salvífica, que alcanza a todo aquel que quiere cambiar y le acepta como su único y suficiente Salvador.

Por ello, más aún en tiempos tan difíciles, debe prevalecer la esperanza en su Palabra; aferrarse a ella es mucho más realista que asirse a las endebles promesas humanas, a los sistemas de gobierno, a las ideas extremistas o a las filosofías veleidosas que un día indican algo como bueno y, al siguiente, eso mismo ya es malo. Es incierto, pues, fuera de Él, confiar en algo o alguien de manera permanente.

En cuanto a la celebración navideña misma, para unos representa ese acercamiento con Jesús, pero para muchos otros es la oportunidad perfecta para mostrar afecto familiar o filial, convivir, limar asperezas, tender puentes hacia aquellos con quienes se está distanciado, aunque eso no deja de lado las compras, las copiosas comidas, la bebida y las ocasiones sociales. De hecho, para miles, comer y beber es el único significado de la época navideña, además de las vacaciones.

En realidad, algunas de estas cosas no están peleadas con la espiritualidad -pues a nadie le disgusta celebrar, convivir con los seres queridos, dar o recibir regalos- aunque solemos enfocarnos en todo esto y no en la esencia de tan importante celebración.

Entonces, si creemos que Jesucristo nació, creció y fue cruelmente crucificado por todos y cada uno de nuestros pecados, pero que a los tres días resucitó y una tumba vacía es evidencia de ese hecho tan trascedente, reflexionemos, pues, acerca del mejor regalo para el mundo, que nos llegó en esta fecha y nos da el motivo del festejo. Se puede y se debe disfrutar lo material, más aún cuando se tiene la posibilidad de contar con satisfactores que nos hacen llevadera la existencia, pero nada se compara con la oferta de Jesucristo: Una vida para siempre con Él y, mientras estemos aquí, la promesa de que no nos abandonará.

El recurrente argumento de por qué entonces todo está tan mal, de la incidencia de crímenes brutales y absurdos, del cambio climático y sus devastadores efectos, la hambruna, las enfermedades cada vez más letales, y un largo etcétera, resulta en una variedad de respuestas que poco tienen que ver con la acción divina, pues, si somos sinceros, es mayormente el desvarío humano lo que ha provocado esta destrucción. Muchos pueden ser los afanes y las preguntas, especialmente en este ambiente de Nochebuena, cuando no todos son felices. Es bueno, pues, guardar un momento para la reflexión y experimentar el significado real del mejor regalo porque, como año tras año, Él está tocando a la puerta de cada uno en lo individual para preguntar si se le quiere abrir ¡Feliz Navidad para todos!

TWITTER @rubencardenas10

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