Pareciera un relato sacado de una historieta de humorismo, pero es absolutamente apegado a la verdad. Resulta que, en la década de los 40’s, cuando en Durango capital no más de diez familias poseían uno de los primeros vehículos, Melhem Majul, miembro de una reconocida familia de comerciantes en la ciudad, aseguraba haber sido atropellado en tres ocasiones, aunque en ninguna de manera grave. Tuvo la fortuna de vivir muchos años después para contar lo que bien pudo ser una marca mundial.
Así se vivía en aquel Durango tranquilo, en donde ver un automóvil era novedad y se sabía bien quien iba al volante, dado que transitaba a unos 30 o 40 kilómetros por hora; de ahí que era atípico por completo lo que le sucedió a Melhem, quien, al platicarlo, se burlaba de sí mismo y había convertido el hecho en una anécdota de esas que vale la pena compartir. Y es que no hay muchos casos parecidos, ni antes ni ahora.
Solía decir “Como ves, contabas con los dedos de las manos el número de carros que había en Durango y mira, me atropellaron tres veces… como si los anduviera yo buscando para que me dieran el llegue”, contaba en su círculo de amigos, al tenor de uno y otro cigarrillo.
Y es que, en aquellas décadas, en Durango ocurrían hechos inéditos como ese, relacionados con el tránsito vehicular o en otros ámbitos. Maclovio Nevárez, un universitario de cepa, organizador de la famosa fiesta estudiantil “burlesque del Juárez”, también tenía sus propias historias urbanas al respecto y le gustaba platicarlas.
En una ocasión, narró al autor de este espacio que, en los cincuentas, cuando estudiaba en el Instituto Juárez (hoy edificio Central de la UJED) y no tenían alguna clase, varios compañeros cruzaban la Plaza de Armas hasta Catedral, con el objetivo de hacer una apuesta muy particular: ver cuál de ellos aguantaba más tiempo tendido en plena calle 20 de Noviembre, hasta que algún automóvil lo hiciera levantarse.
Según Maclovio Nevárez, llegaron a permanecer más de una hora acostados, ya agobiados por el sol de mediodía, sin que pasara auto alguno, de manera que algunos mejor optaban por perder la apuesta, mientras que otros se colocaban boca abajo para mantenerse allí otro ratito y ganar fama de valientes.
Ese Durango se nos fue y hoy en día ocurren, en promedio, 15 percances viales diarios, e incluso veinte en fines de semana y, aunque no todos estos accidentes se relacionan con el alcohol, sí es un factor muy común, algo que ha ido aumentando con los años y en gente cada vez más joven, hombres y mujeres casi al parejo, según la subdirección de Vialidad.
Durango capital cambió, y mucho, en cada aspecto posible, sobre todo en movilidad y, lo que para algunos se quedó como mero relato para las generaciones, otros no vivieron para contarlo, en una ciudad donde el peatón es el último en la lista de derechos ciudadanos, lo crea o no.