Hace dos décadas, Facebook inició el auge de las redes sociales. Pero el entusiasmo inicial ha dado paso a la desilusión y las críticas contra las prácticas de la empresa van en aumento.
Facebook, la red social más grande del mundo, cumplió 20 años. Más de 3.000 millones de personas, esto es casi 40 por ciento de la población mundial, usan activamente sus cuentas, al menos una vez al mes. Sin embargo, la fiesta se vio empañada cuando el director ejecutivo de Meta, Mark Zuckerberg, enfrentó duras críticas durante una audiencia en el Senado de Estados Unidos.
«Tienes sangre en tus manos», le gritó el senador republicano Lindsey Graham. «Tu producto está matando gente», agregó. El tema de la audiencia del 31 de enero era el fracaso de las principales plataformas de internet a la hora de proteger a niños y jóvenes. Los peligros de las redes sociales están siendo discutidos como pocas veces antes. En Estados Unidos, son consideradas responsables al menos en parte de una crisis de salud mental que azota a la juventud.
En una conversación con DW, el psicólogo alemán Gerd Gigerenzer enumeró algunos de los efectos nocivos que tienen las redes sociales en la salud. Y no se trata sólo de que cada vez a más personas les cuesta concentrarse. «Algunos estudios han demostrado que hay un aumento en la inseguridad, baja autoestima, depresión e incluso pensamientos suicidas», explica. En Estados Unidos, sin ir más lejos, la tasa de suicidios entre personas de 10 a 25 años se disparó 60 por ciento en la década comprendida entre 2011 y 2021.
Un comienzo esperanzador
Y sin embargo, Facebook comenzó de forma inofensiva. Eran los primeros días de la revolución digital, cuando internet prometía transparencia y participación. Mientras los medios de comunicación tradicional operaban con la fórmula de unos pocos hablando a otros muchos, este nuevo modelo prometía que todos tendrían derecho a voz, lo que prometía más libertad, participación y democracia.
Facebook era una red social apasionante donde la gente podía encontrar rápidamente a excompañeros de la escuela, compartir fotos de sus vacaciones y mantenerse informado de lo que estaban haciendo sus amigos. «Al comienzo, se consideraba que Facebook tenía una misión altruista y la gente esperaba que la conexión con otras personas hiciera del mundo un lugar mejor», recuerda el experto en medios Martin Emmer.
Junto a la rápida penetración de los teléfonos inteligentes, Facebook aunó una de las necesidades humanas más antiguas con la tecnología más avanzada. «Los humanos somos seres sociales», dice Emmer. «Y estas plataformas han logrado algo nunca antes visto: nos permiten interactuar con otras personas en muchos niveles diferentes, sutilmente calibrados según distintos tipos de amigos. Nos permite tomar parte en la vida de los demás», afirma.
El precio del uso
Sin embargo, el uso de la infraestructura de la red tiene un precio y los usuarios pagan dos veces: una con sus datos y otra con su atención. Esta última es un bien escaso, y los anunciantes están más que felices de pagar por ella, especialmente cuando la calidad de la información de los perfiles de personalidad que ofrece Facebook a sus avisadores permite llegar a los potenciales clientes con una precisión milimétrica.
Es por esto que los proveedores de plataformas recopilan la mayor cantidad de datos posible de sus usuarios y cada «me gusta» ofrece valiosísima información. Y con un conocimiento detallado de los intereses y gustos de los usuarios, las líneas de tiempo pueden verse inundadas con contenido que los mantenga en la plataforma la mayor cantidad de tiempo posible.
Durante mucho tiempo, el impacto que esto tuvo en los individuos y la sociedad no preocupó a quienes manejaban las plataformas. Sin embargo, la creciente polarización de la sociedad, la crudeza del debate político y la proliferación de las teorías de la conspiración más absurdas están directamente relacionadas con Facebook y otras redes sociales.
Gracias a su poder comunicativo, las redes sociales también puede ser explotadas con fines políticos. En 2016, se acusó a Rusia de haber usado Facebook para influir en diversas elecciones presidenciales. Dos años más tarde, Facebook se vio envuelto en el escándalo de Cambridge Analytica. La empresa analizó sin el conocimiento de los usuarios los datos de cerca de 50 millones de perfiles, con el objetivo de influir en el comportamiento de los votantes con mensajes altamente personalizados.
Mientras, los políticos han estado poniéndose al día en la carrera con los gigantes tecnológicos. En 2022, la Unión Europea aprobó la Ley de Servicios Digitales, cuyo objetivo es acelerar la eliminación de contenidos ilegales, como discursos de odio. También busca proteger mejor los derechos fundamentales de los usuarios. Además, los investigadores finalmente tendrán acceso a los datos de los gigantes de internet.
«Se está avanzando hacia la transparencia para que podamos abrir un poco esta caja negra y ver cómo funciona esta máquina, dijo a DW el experto en redes Philipp Lorenz-Spreen.
Independiente de cómo trabaje, es un negocio extremadamente rentable. Meta, la empresa matriz de Facebook, que también es dueña de Instagram y WhatsApp, ganó tanto dinero por publicidad en el último trimestre de 2023 que decidió pagar dividendos a sus accionistas por primera vez. Ellos, al menos, tendrán algo que festejar.
Redacción Voz Libre con información de dw.com