Fue un milagro: 47 minutos de tiroteo, sin muertos ni heridos
Nunca antes ni después me había tocado en la vida resistir el embate de un tiroteo por espacio de 47 minutos sin tregua, buscando cada quien donde esconderse como quien está debajo de un aguacero, sólo que esa vez era de balas. Lo insólito de todo es que, ya en el recuento de los daños, vimos que no había ningún muerto y tampoco heridos.
Y no éramos diez ni veinte personas, sino unas diez mil, reunidas en esa cañada de la famosa Sierrita de Gamón, perteneciente al municipio de Guadalupe Victoria, Durango, una zona en la que convergen los municipios de San Juan del Río y Peñón Blanco.
Era el 12 de mayo de 1989, fecha de gran importancia para los devotos de las apariciones de La Guadalupana en esa cañada, tradición de por lo menos un siglo atrás y que congregaba gente de todas las poblaciones aledañas, en un ritual que históricamente es único en todo el país.
Hay tres accesos distintos al lugar, uno en cada municipio. No obstante, en los tres caminos hay que transitar por brechas en vehículo todo terreno y seguir a pie, aunque el tramo más accidentado y largo es el de Guadalupe Victoria, justo el que me tocó andar.
Si uno llega por esa parte, se recorren unos 20 kilómetros hasta el poblado Ignacio Ramírez y de ahí es necesario seguir otro buen rato hasta la jurisdicción de Santa Catalina del Álamo, pero no es todo; todavía faltan unos 14 kilómetros para llegar a El Tiradero o La Ceja, llanura a la que se considera una especie de inmenso estacionamiento de la Sierrita.
De ese punto en adelante, sólo es posible continuar caminando otros 12 kilómetros por agrestes veredas, si uno trae buenas botas y mucho ánimo, o a lomo de bestia que los lugareños rentan por cantidades elevadas, a sabiendas de que quien quiera llegar pagará lo que sea.
Se atraviesan dos cuestas, la de San Vicente y la de la Araña, ambas muy pedregosas. A lo largo de la travesía, hay puestos improvisados de refrescos y aguas frescas, por cierto nada baratos, para los asoleados caminantes que ya lo que quieren es una sombra, sobre todo los novatos en esas lides, como yo.
De plano, en este último tramo, en ocasiones es necesario escalar y en otras descender muy despacio, casi con la espalda pegada al suelo. Allí es donde se nota si uno está o no acostumbrado a esos parajes, pues se ve a adultos mayores, mujeres con sus niños, incluso con bebés, hacer la travesía muy quitados de la pena, sin miedo alguno.
A la Sierrita de Gamón hay que llegar la víspera del 12 de mayo para ver tan esperado milagro: la aparición de la Virgen de Guadalupe en el reliz más alto de la cañada después del mediodía, aun cuando para esa hora ya hay tantos devotos, que no cabrían en ninguna iglesia ni espacio cerrado alguno.
Una mítica versión sostiene que, a principios del siglo pasado, un pastor juntaba sus ovejas cuando de pronto miró, en medio de una iluminación inusitada, la imagen de la Virgen de Guadalupe en la parte más alta de una cañada. Se cuenta que regresó corriendo a contar su visión y así comenzó el peregrinaje año tras año. Otros pobladores relatan que la Virgen se le apareció a Martín Gamón, un bandolero que se refugiaba en ese inaccesible lugar que hizo su guarida – por eso el nombre- huyendo de la justicia que lo perseguía a él y sus compañeros de fechorías.
Entonces, hay mucha historia detrás de esa reunión tan atípica. La mayoría lleva grandes viandas, en bolsas, cajas o canastas, para pasar un día o dos en el sitio de su fe y los hombres cargan con sus odres de cuero con harto alcohol o con bastante cerveza, sin faltar lo más importante para la ocasión: una pistola, que suele ser una 38 Super con varios cargadores.
Ya después de las 12 del día, cuando pasó la aparición – real para ellos- entonces se celebra una misa y hasta allí las cosas se ven más o menos tranquilas, todo en orden, pero tan pronto como el cura acaba la eucaristía, salen a relucir las armas de fuego y todos los miembros de las familias disparan al aire, tanto varones como mujeres, adultos y menores, los ancianos; en una palabra, todos.
Nadie tiene claridad sobre cómo se incrustó en un acontecimiento religioso el uso de las armas, pero tampoco parece haber mucho interés en descubrir la causa de la costumbre. Ensordecen las descargas de las 357 Magnum, las 45, las 38 Super, una que otra 380 y muy pocos hacen sonar las 22 y 25.
Ese 12 de mayo de 1989 todavía muchos recordaban la ocasión, unos cuatro años antes, en que, tras la balacera, soldados rodearon la cañada por todos los accesos para confiscar las armas. “Unos lograron esconderlas entre las piedras o donde pudieron y después regresaron por ellas, pero la mayoría las perdió”, decían. A raíz de esa irrupción de las fuerzas armadas, desistieron de llevar rifles y otras armas poderosas.
Se trata de un festejo suigeneris en Durango y en todo México. En ningún otro lugar se celebra la aparición de la Guadalupana con “vivas” y menos por tanto tiempo ininterrumpidamente. Por supuesto que centenas de los asistentes juraron ver la imagen de la Virgen, esa vez casi a la una de la tarde.
Ya con el tiempo, el gobierno consideró necesaria la presencia de elementos de la Cruz Roja de Gómez Palacio, para atender cualquier incidente inesperado y los peregrinos saben que ellos también tienen autoridad para decomisar alcohol, aun cuando no lo hacen como práctica regular.
En los últimos años, además de refrescos, los comerciantes de las comunidades han ido incorporando otras vendimias, en lo que podría llamarse un tianguis en plena sierra; hay artículos religiosos, juguetes, carne fresca, tortillas, yukis, semillas y cacahuates…en fin.
Esa vez, llegaron a la Sierrita de Gamón contingentes de Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí, Sinaloa, Coahuila y de la Ciudad de México; también de California y Texas.
Unos llegaron a la cañada y montaron casas de campaña incluso desde los primeros días de mayo.
Lo curioso es que nadie lanza disparos ni antes del momento cumbre y menos de la misa; se esperan muy tranquilos hasta después de las 12 y entonces nadie detiene esa balacera de casi una hora que en sentido literal sería algo de gran riesgo, pero, por lo visto, en sentido religioso es solamente una expresión de fe y júbilo.
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