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El PRI más vigente que nunca… y recargado.

Qué días aquellos.

Eran los años ochentas y el Partido Revolucionario Institucional vivía el pináculo de su existencia en la vida pública del país.

Partido omnipresente, ganaba todas las elecciones frente a una oposición disminuida no por falta de liderazgo o proyecto, sino por no tener el piso parejo frente a un aparato bien «aceitado» y que funcionaba a la perfección.

Anécdotas hay muchas, y en ocasiones brincaban a la luz aquellas hazañas de inflar o embarazar urnas. O la memorable “caída del sistema” de Manuel Bartlett.

El líder de aquel PRI todopoderoso era el presidente de México. El operaba la sucesión, el ponía y quitaba candidatos a gobernador, dictaba línea sobre lo que decían los noticieros y los periódicos al día siguiente. Poder en una sola persona.

Tenía influencia y manejo del poder legislativo y judicial. Todos los gobernadores del país. Tenía sus brazos operadores en el sindicalismo, en la iniciativa privada, en los medios de comunicación. Líderes sociales a modo. Autosuficiencia alimentaria, precios de garantía y apoyo a los campesinos eran las promesas a ese sector. Fue todo un bloque hegemónico con recursos inagotables y un poder avasallador.

El diálogo atribuible a Porfirio Díaz que decía, ¿Qué hora es? –¡La que usted guste señor presidente! se cumplía al pie de la letra.

El manejo político de uno de los programas sociales que marcaron la historia del país, Solidaridad, fue la punta de lanza para todos aquellos gobernantes que vieron la oportunidad de manipular y chantajear a su antojo a aquellos ciudadanos que eran beneficiarios de apoyos de dichos programas.

El que no transa no avanza. El descaro del oficialismo llegó a desbordarse, mucha gente ya no pudo contenerse y comenzó a alzar la voz. El pueblo se cansa de tanta pinche transa; frase que se popularizó en voz de uno de sus líderes y que la sigue trayendo a colación en alguna que otra mañanera.

En aquella época pocos tenían el valor para enfrentarse al PRI, y quién lo hacía; en escasas ocasiones lograba su objetivo. La primer gubernatura que le fue arrebatada al Revolucionario Institucional fue en 1989. Baja California y Ernesto Ruffo harían historia.

Salinas de Gortari y el magnicidio de Luis Donaldo Colosio, del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Ruiz Massieu, EZLN,  Aguas Blancas, fraudes financieros como los de Banca Cremi-Unión, la creación del FOBAPROA y un largo etcétera, marcaron al PRI en la década de los 90´s a tal grado que la valoración ciudadana les jugaba en contra.

En los dosmiles, vino el cambio de gobierno en la presidencia de México, pero la influencia de cómo se hacían las cosas en nuestro país seguían teniendo el ADN priísta,

El peñismo llegó a abrir la plaza de nuevo, ahora con bríos de juventud pero con el alma del viejo PRI. Ahí está la “Estafa Maestra”, los contratos públicos asignados a los amigos y familiares, la Casa Blanca, Ayotzinapa, en fin. Llegaron para plantarnos en la cara que seguía siendo lo mismo. El alumno superó al maestro.

Ahora en el 2023, la escuela del PRI ochentero está más vigente y reforzado que nunca. El oficialismo busca tener en sus manos todas las gubernaturas, tiene hilos de influencia en ambas cámaras legislativas, empresarios que antes eran la mafia del poder, siguen haciendo jugosos negocios, ya no es “Casa Blanca”, ahora es gris, contratos a discreción, opacidad como nunca, control de medios de comunicación y los que estén en contra, son enemigos. Obras de miles de millones de pesos en tela de juicio: AIFA, Dos Bocas, Tren Maya. Desprecio al medio ambiente.

¿Cómo que “medio ambiente”? ¿Dónde quedó el otro medio? –dixit AMLO-

La “Estafa Maestra” es un bebé lactante frente al quebranto en SEGALMEX. Abrazos, no balazos, inoperatividad del INAI, un presidente para el sur del país, otro para el norte. Operación política descarada, clientelismo electoral con datos de programas sociales. La política de Salud extraviada, los militares encargándose de casi todo. La doctrina Estrada guardada en el cajón.

Silencio. Nosotros no somos iguales.

La diferencia está que no nada más son los militantes del partido, sino toda una base social de millones de personas que están dispuestos a casi todo por defender justo lo que probablemente rechazaron años o décadas atrás. La polarización se aferra.

Líderes de opinión que fueron férreos adversarios del sistema PRI, que vieron y documentaron las mañosidades y abusos de ese partido que lo quería todo, que alzaron la voz fuerte para que se acabara todo eso, vanaglorian la maquinaria oficialista que justo tiene los tintes tatuados del mismo sistema.

La escuela del PRI sigue tan vigente que hasta la manera de hacer comunicación política o campañas políticas, es la misma que utilizan todos los candidatos de todos los partidos.

Y todavía nos falta ver más.

O, ¿usted qué opina?

TWITTER: @gerardopreza

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