Al tiempo.

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Aquellos días de Los Horóscopos y Los Chenchos, en Chicago.

Aquel 1993, la celebración del Halloween me alcanzó en Chicago, la famosa Ciudad de los Vientos…y de las nevadas intensas, como esa que había dejado el entorno blanco y con un frío que ardía en la piel y calaba muy profundo, pero menos profundo que la impotencia y frustración de haber tenido que dejar Durango por ir en contra de los intereses del poder en turno. Así que era momento de adaptarse a una nueva realidad, a comenzar una nueva etapa en la vida como migrante mexicano.

No se trataba de una visita más a esa ciudad, pues en esta ocasión no habría un próximo regreso; era tiempo de sobreponerse al pasado y construir una vida paso a paso. Y el primer paso era adaptarse al estilo de vida norteamericano en un barrio mexicano como lo era Pilsen, “el corazón de Chicago”, por su cercanía con la zona centro.

Pilsen era habitado casi exclusivamente por familias alemanas a principios del siglo antepasado, pero a partir de 1940 comenzaron a llegar los mexicanos y hasta hoy son mayoría, entre ellos un gran número de duranguenses, por cierto, como sucedió en otras áreas de Illinois.

De hecho, se dice que tanto Chicago como la región de Los Grandes Lagos (Indiana, Michigan y Wisconsin) constituyen la segunda ciudad más grande de Durango, por encima de la población de Gómez Palacio y algunas de esas familias que han estado allí por generaciones son de las más prósperas y queridas en la comunidad.

En cuanto a mi persona, al año siguiente de llegar a Chicago, o sea 1994, mi círculo de amistades se había ampliado, en especial con los grupos de paisanos, quienes estaban sedientos de establecer una conexión con los gobiernos estatales, que por años casi los habían ignorado o sólo los visitaban para pedirles apoyo de diversa índole.

Algunas organizaciones pequeñas ya se habían convertido en clubes formales, dependiendo del estado o municipio de origen que, en el caso de Durango, eran los de Tepehuanes, Santiago Papasquiaro, Santa María del Oro, entre otros, además de las organizaciones de entidades como Jalisco, Michoacán y Zacatecas.

Entre reunión y reunión, se comenzó a diseñar la idea de unir todas las organizaciones en una sola y, todos juntos como duranguenses, comenzar la vinculación con la entidad natal tan añorada. Así fue creciendo el ánimo, hasta lograr el consenso de unirnos, pero a la par surgió la primera necesidad: fondos para todo lo que venía.

Entonces, no faltó quien propusiera la fórmula infalible para obtener recursos: Hacer bailes cada mes. Al principio, conseguimos gratuitamente el salón de eventos de la iglesia de San Pablo, en el propio Pilsen. Tenía capacidad para unas 200 personas, así que de entrada no estaba mal. Y para amenizar, había que recurrir a los artistas locales, faltaba más.

De modo que hubo necesidad de platicar con los grupos musicales más “jaladores” del momento en esas tierras, es decir,  Los Chenchos y Los Horóscopos de Durango, ampliamente conocidos en las fiestas de quinceañeras, las coronaciones y graduaciones, pero que todavía no alcanzaban la fama de la que gozarían después, sobre todo Horóscopos. Nadie hablaba del “pasito duranguense” aún; pero andábamos ya muy cerca.

Los Horóscopos de Armando Terrazas era un grupo familiar; tocaban él y sus hijos básicamente. Sus dos hijas adolescentes (Marisol y Vicky), se habían vuelto expertas en la tambora zacatecana y los teclados. Sus “rolas” eran diferentes al norteño y ranchero tradicionales, pero gustaban mucho.

Por su parte, Los Chenchos, de Santa María del Oro, eran un grupo norteño muy animado, que llenaban cualquier lugar y, por lo tanto, no siempre estaban disponibles. No obstante, por tratarse de la comunidad y en el afán de colaborar, sólo nos cobrarían 200 dólares por tocada cada uno. Más barato, imposible.

Muy pronto hubo necesidad de buscar otros espacios, porque la asistencia se multiplicó. Sin imaginarlo siquiera, la participación de estos dos grupos artísticos tan exitosos fueron factor decisivo para el surgimiento de “Durango Unido en Chicago”, la primera organización de duranguenses en Estados Unidos.

Y, lo que son las cosas, con los años, Horóscopos de Durango, junto con Montez de Durango, despuntaron como los creadores del “pasito duranguense”, su marca particular en Estados Unidos y el extranjero. En muy poco tiempo cada uno fue ganando terreno y también contratos de gran calibre. Nunca más volvieron a recibir 200 dólares en alguna de sus presentaciones, con toda seguridad.

Quienes formamos parte de esa etapa tan importante para la comunidad duranguense en Chicago, recordamos cada logro con nostalgia y orgullo; muchos siguen viviendo en Pilsen y  trabajando por el bien común, como Marcia Soto, Jesús García, el Padre Marco Cárdenas, Eduardo, Lety, Claudia y toda la familia Lucero, Adriana Guzmán, Ricardo y Sandra García, Pedro González, Javier Galindo, Armando Delgado, David Díaz, Jesús Sainz, Eduardo Rodríguez, Conchita Favela, un servidor, entre otros, que recordamos esos días de intenso trabajo, pero gran jolgorio también.

TWITTER @rubencardenas10

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